domenica, luglio 18, 2010

Jalea Roja



Y no hay nadie, justo cuando estás buscando a alguien todos se han ido. El tiempo es tan sabio, una frase tan típica pero que no deja de abofetearme lo egoísta que es ser el ser humano.



Yo soy egoísta, muy egoísta, porque me apeno por el afecto. Me apeno de esos amigos que no están. Te buscan para conseguir ayuda, tus palabras en momentos de desespero, luego, de eso hay un cúmulo de días soleados en los cuales la opción más brillante es olvidarlo, olvidarte y no buscar lo que saben tendrán cuando estén tristes...



Soy egoísta porque me molesta vivir queriendo a estas personas y que me dan tantas penas. Porque quisiera olvidarlas, quedarme vacía como un cofre nuevo, y como un libro blanco dejar que se escriban nuevos cuentos sin tener esas hojas manchadas por un borrado que quiso dejar huella...



Caen unas lágrimas, caen decepciones, cae la realidad y el perfume de lo que esperamos huela a mierda. La pena es normal en personas como yo, esas que viven un mundo que no existe y que cada vez que se cae un pedazo de la tela de lo soñado las contradicciones destruyen la mitad de lo avanzado.



Por todo esto sé que soy egoísta, pido mucho, soy ego-ego-ego, porque creo dar y creo en cosas que no existen. Soy egoísta porque escribo acerca de mí, porque vuelo, porque lloro en vida a mi gente que aún esta ahí…que maldita que eres...


¿por qué?



Creo que debería tomar algún consejo, quizás ese consejo, ese de mi buen amigo... "deja de ser tan estructurada"...Pero es difícil…lo pienso y lo único que se me viene a la mente es:



Los estructurados y su reino de decepciones… Corazones hechos de piedra versus esos que están formados por jalea. Temblorosos los segundos abrazan a los primeros que los aplastan hasta reventarlos en el suelo…



Es esa estructura que me mata cuando doy cuenta de mi diferencia y existencia entre tanto ser de piedra…


Aunque, sé tengo algunos como mi amigo consejero de las Condes, la paleta de colores de Santiago Centro,mi paloma de jalea en Temuco, como mi distante guitarra de San Miguel, como a veces esa ardilla mal humorada de La Granja...


Me abrazan cuando pueden, estos, los nuestros, esos corazones gelatinosos que juntos crecen como una pelota de algo dulce rojo... y tembloroso…


Sé que pido mucho, pero prometo no querer más a los de piedra ¿sí?





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