martedì, giugno 27, 2006



Desde Santiago a la nada

En uno de esos días en que pareces no pertenecer ni aquí ni allá, un secreto a voces se descubrió inquieto frente a mis ojos. Creo que fue mi conciencia, la mochila negra y, el siempre insuficiente, pase universitario, los que detonaron la pérdida del dónde he guardado mis ideales. Los que, por estos días, saben a comerciales de televisión de bajo presupuesto…
...comenzaba a garuar en la Octava Región del Bío Bío.
Así, mire por un rato, junto a mi disco compacto, a la gente del paseo céntrico del “gran” Concepción, sin nada más que algunas ideas confusas y recuerdos vagos que regresaban desde mi querida capital al sur. Con ellas, me diluí entre cada cédula penquista y las memorias que mis abuelos relataron de estas tierras húmedas. Mientras, balanceando la vista, de la mano de un personal cualquiera, desde mi rostro empapado hasta uno que otro apunte extraviado de la clase de historia, comenzaba a palpitar con más fuerza la incertidumbre. Allí, donde las calles me vistieron de lluvias, Macdonald´s”, “Ripley´s” y Village´s”, me capturaron sus cánticos hipnóticos de fin de mes para olvidar mis problemas y unirme a toda esa gente con cara de reajuste hepatítico, para comprar a destajos, imitándolos, sí, como esos que a crédito ni siquiera tienen como pagarse la salud... la idiosincrasia de mercado.
Pasaron los minutos, allí seguía, sobre un banco húmedo de estilo francés con sus inscripciones de amor y cultura importada, sentada sin pesadumbre, mirando de reojo ese “Kevin I love you”, que rozaba mis ideas sin causar emoción alguna, en tanto, esperaba a la carroza para alejarme de tanta soledad. Mas fue en ese momento, entre bancas, inscripciones y desahucio, que un blondo personaje despertó mi sangre anti “Smiths” y me apartó de caer en la tentanción. Intenté contenerme, más mi arrebatada cabeza no jugó a favor de la calma. Sí, fue ese galán de rasgos araucanos, con sus pantalones caídos, zapatillas anchas y su gorro “I love NY” que comenzó a sacudir mi cabeza. En ese instante, comencé a tener visiones terroríficas, mi cuerpo entró en un transe fuera de si; jóvenes alternativos, cabras chicas gritonas, rojos vip, brujas, primer plano y todos los entes desechables de la televisión nacional que me volvían loca estraron a escena. Era ese olor a ciudad en desarrollo, donde todos a la inglesa cobran sus sueldos a fin de mes, para luego endeudarse como la América lo requiere. Sí, ese paraíso “chilensis” que pretende hacer del “reggetón” baile típico y de paso bautizar a las “go-go dancer” como las nuevas chinas de la cueca criolla... Santiago de Chile se hizo presente en la alameda de la Octava maravilla, para gritar que no hay que ceder... no debo perderme en ellos...
Y regresé, después de unos segundos volví en mí, y toda esa problemática, aquel dorado personaje y mis temores se alejaron del paseo principal; regresé a Concepción. Así, me levante sudando temblores y, por primera vez, temí estar lejos de la metrópolis. No quise esperar ni un segundo más y con enferma locura respiré el aire limpio de vaho y morfina, consolandóme de mi exilio necesario, bajo una lluvia sureña que me acariciaba el cuerpo para calmar mi ausencia, en tanto, una voz ponía en duda mis ideas, denominándolas salvavidas reforzados por la esperanza de estar en un sitio distinto, sin embargo, tenía claro que lo único real era el paisaje penquista… mi “CD” se detuvo y, con ello, mi transe, mi presente y mis recuerdos. Mas fue allí, en esa avenida principal de Concepción, en donde los vi por segunda vez. Exacto, sin más sonido que el de sus gentíos sobre el asfalto, hablando, otra vez, un idioma casi poseído por el diablo de las comunicaciones; comencé a despertar. Mis oídos asimilaron lentamente los gritos provenientes de las ofertas del 60% lleve ahora y pague “con su vida” y, de a poco, iba digiriendo a todos esos kioscos llenos de revistas Tú, Miss 17, Cosas, Que Pasa, entre otras. Quise no mirar a todas las bolsas con tacos de última temporada, intenté no enceguecerme con esas mujeres que sobre sus trajes coloridos apuntaban sin piedad y gritaban “freak” a todo aquel que no se vistiera en Falabella o Almacenes Paris. Fue ahí, en donde supe que el Sur ya no era la tierra que mis abuelos contaban, ese sitio de personas melódicas, regordetas y de guerreros campechanos, llenos de pascualas y de revoluciones guitarreras, lugar en el que yo siempre quise estar y que hasta ahora había negado, dividiéndome el corazón entre lo que deseaba que fuera Santiago y los recuerdos de mi familia. Porque sólo era la desgracia de mi esperanza, saber que extrañaba a una capital camuflada de cariño, sentimiento que era en realidad peor que la realidad universitaria me había enseñado. Así desperté, junto a un contra sueño, dibujo burdo, copia de Santiago, el que también era calco de Buenos Aires, que imita a su vez a España, lo cual me derivó, inevitablemente, a dedicar pedazos de razonamientos locos, impregnados de una masa amorfa llamada “cultura desechable”, para después recordar a la coronada “globalización” y de paso sentirme intimidada, mientras los carteles de las rubias y espigadas me decían que no hay vuelta atrás. Mas mi consuelo es que aún es tiempo de salvarme, y aunque mi Sur cada vez se refleje como una copia de otra mal hecha...
…es hora de regresar a casa, y pensar en otras cosas…

lunedì, giugno 05, 2006




Hace unos años que esta batalla comenzó…

…desde siempre hemos exigido respeto hacia nuestra condición de estudiantes, primero como adolescentes manifestándonos para solucionar las infaltables alzas tarifarias, para algún tiempo después darnos cuenta que cuando entráramos a la educación superior tendríamos que seguir luchando. De esta manera solicitamos asambleas con el gobierno; confiamos; y a causa de su silencio marchamos, nos organizamos y logramos una mejora en un 20%, aproximadamente, de la situación en concreto…si bien es cierto, algo se obtuvo, agregar que año a año los fondos crediticios no sólo llegan a tierra media, sino también se comparte con las vías privadas, nos hace dudar de cómo nos estamos comunicando o si realmente nos quieren oír, ¿eso es otorgar equidad de oportunidades? La taza de ingresos del grupo desafortunado de la educación, claramente, se encuentra en la educación pública, en mayor proporción, y lamentablemente la enseñanza superior privada también debe satisfacer a quienes no pueden solventar estos problemas, lo que suena justo pero, ¿será la clase más necesitada? ¿Será lo mismo un estudiante estatal a uno de privada a nivel de ingresos familia? Aunque sabemos que existen excepciones, también tenemos conocimiento que son casos aislados y que deben analizarse.

Es triste mirar las consecuencias, todos aquellos deudores sumidos en la frustración, que pagan sus sueños con cheques a 30 días…y que de paso recuerdan ese maldito slogan inconciente de su enseñanza, que resuena una… y otra vez: Lo mejor ya se está haciendo la educación se nos está pudriendo. Y esto es sólo una representación activa del vil precio de la enseñanza, ya que, sabemos que quien desee, y tenga los medios puede instalar una escuela, un instituto o una universidad, sólo requiere de unos cuantos permisos y voilà. El mejor negocio del año. Por ello es que la calidad educativa es tan dispar, se expresa en barrios y comunas a lo largo de todo el país, porque como todos quieren ser educados, y confían en el nombre del “colegio o liceo” los apoderados ven lo que desean ver “un buen establecimiento educativo”, esperando así, que sus hijos luego vayan a la Universidad…lamentable saber que no todos los colegios son buenos y los que sí, no están al alcance de todos…

Este desajuste “estructural” se manifiesta también en la proliferación de numerosas universidades privadas, que aumentan su acogida entre la población, y de paso, marcan aún más el Apocalipsis Diplomado. Sí, sobre un mercado laboral chileno saturado, círculo vicioso invadido por las nuevas economías negociantes de la ignorancia, la que cubierta por una suave capa de progreso, da crédito de ser el mejor producto comerciable que puedes llegar a comprar.

Finalmente esto se refleja en una guerra mercantil, entre la tienda Chile y sus juguetes chilenos, que disfuncionalmente luchan por un futuro. Porque somos llegar y llevar, no hay diferencia entre reservas naturales, niños o folclor, ya que llegada la oportunidad estamos en venta. De esta manera nos concesionan, embaucan y enseñan a comportarnos de acuerdo a las líneas políticas del cliente, las que benefician al 15% de la población nacional, y que como consecuencia nos convierte en un simple producto de mercado.