lunedì, aprile 28, 2008

Lota Schwager, Impacto noventa y cuatro.

Vagando por algunos recuerdos, mi memoria se detiene en los noventa, el siglo XX remece mis huesos; las montañas de la Octava Región azotan a los niños con el rocío mientras esperan en la parada de autobus; mi madre me viste mientras tomo la leche entre sueños; las panaderías abren; son las 8 de la mañana y la lluvia descubre al invierno en la octava parte del país.

Vagando por algunos recuerdos, sometí a la memoria a recorrer algunos autores que marcaron mi vida, recuerdo a un Sartre, Beecher Store, Goethe, a mi querida Sor Juana Inés de la Cruz y a un García Márquez bastante imaginario, pero obligado de leer. Rememoro así tantos recuerdos, horas de existencialismo, melancolías derramadas sobre la faz de mi cuarto, hasta que el grito de Neruda se agolpa frenético sobre mí olvido. Mujer, qué pasa que nos ha olvidado ¿Acaso no le gusta su país? ¿Acaso se cree gran cosa? El Poema 20 me despierta y zarandea mis hombros como nadie, mi cabeza se ahoga en los recuerdos de una enseñanza básica enamorada y nerudista. En tanto, mis oídos evitan las habladurías de Isabel Allende con su Paula y los espíritus que intenta convencer ronden por mi casa. Sin embargo, me detengo, no quiero buscar a Nicanor, no quiero buscar a la Violeta sólo quiero tocar, nuevamente, al centro de mi ciudad natal gritando: ¡Cómo pude olvidarme de Baldomero Lillo!

1994, la ciudad de Concepción albergaba a los exiliados de la guerra en contra la injusticia, sus calles húmedas atraían a los forasteros a dormir en ellas, eran los noventa y mi Colegio Concepción quería que leyera a los escritores del ayer y del hoy, como si fueran “Merry Melodies”, como si con ello la literatura chilena lograse ocultar la crítica social que lleva consigo.

El libro SubTerra, marcó, de una u otra manera, mi manera de ver, sentir las cosas y de cómo recuerdo ciertos pasajes de mi infancia. Una vez, luego de dar la prueba del libro del nombrado Baldomero, nos pidieron la autorización de nuestros padres para salir a terreno y conocer el conocido Parque de Lota. Ese día, fue un día impresionante, tenía tan sólo nueve años, era invierno y jamás había entrado a jardines tan hermosos y cuidados como los de aquella casa en Lota. Recuerdo, claramente, que era invierno, mis zapatos de colegio apretaban mi paso con su ovejuna y gruesa confección, mis compañeros estaban nerviosos, ruidosos, lustrosos e impecables, yo sólo temblaba porque sabía que iba a entrar a los escenarios del libro SubTerra, escenarios que a ratos me hicieron llorar entre sueños.

Recorrimos el Parque Cousiño y su casona, guardé en mi memoria cada alfombra, retazo, baldosa, armadura, pinturas, cuartos y pasillos, porque miré todo con asombro y felicidad, pues, en ese entonces, por mi mente no pasaban las frases del libro SubTerra, no me parecía excesivo que algunos mineros no supieran leer, que las jornadas de trabajo fueran tan descomunales en comparación con lo que lograban extraer sus mineros, ganancias que no ayudaban en mucho a la mejoría de una realidad que desde principios del siglo XIX existía, la pobreza. Mas era una niña y, para mi, la casona y su parque eran preciosos.

Los recuerdos de un libro que bajo la tierra fue escrito enfurecieron mi cabeza. Hoy puedo recordar a conciencia las salas en donde los trabajadores fueron sentados para aprender a leer y escribir sobre pupitres blancos, fríos y sin cortinas. Imaginé; las entrañas del libro SubTerra gritando por sus quemados, por sus derrumbes, el olvido, huelgas, el hambre, el analfabetismo, los niños sin zapatos y la indolencia de sus patrones. Lástima, que hoy lo veo claro y que durante los noventa nunca pude ver ni sentir la pobreza como tal, nunca pude percatarme de aquel minero de casco encendido, espalda ingente y rostro duro, quien era igual que yo, era un hombre con miedos, casi un niño.

Pensar que era tan niña en los noventa, que sabía que la gente pobre existía pero no entendía por qué ni cómo era, no dimensionaba la miseria, a pesar de todo lo que mi padre me hablaba, lo que oía en las conversaciones de los adultos, mi realidad de infante era inmensa y yo no supe cómo salir de ella. Pasaron los años y entendí que para Lillo, la realidad de la década del veinte era casi la misma que estuvo en los ochenta y que se mantenía en nuestros noventa. Que para los mineros era despertar para trabajar y morir trabajando, porque su trabajo los definía como hombres, los definía, finalmente, como esclavos de lo que no veían.

Cuanta pobreza, cuanta injusticia sobre y bajo la tierra que Lillo me enseñó a leer, fue su “cuestión social” que incorporé en mi adolescencia gracias a otras experiencias y lecturas, pero fueron las visitas a Lota, la bajada a la mina, el SubTerra de Lillo quienes plasmaron calles polvorientas, embarradas, niños sin pan, señoras sin hierbas, boticarios sin remedios, virus y niños sin madres. Si tuviera que regresar el tiempo, lo haría sólo para poder tocar otra vez aquella experiencia, mirar con los ojos de niña a un Chile que no cambia y yo si envejezco. Mirar otra vez, 1994, subir la vista y mirar a los trabajadores, olvidar el miedo de los nueve años, saludar a los mineros, sonreírles sin temor y mirar sus caras color carbón. Pero es imposible y tuve miedo, no lo pude hacer, tal vez, porque luego de leer a Lillo los pasajes de sangre que plasmaba en sus escritos, para una niña, marcaron fuerte su cándida mirada.

Hace algunos años, mi cabeza descubrió sus torsos mineros, sus cinturones de cuero con aleaciones de mental y sus miedos. Tuve la suerte de leer a Baldomero Lillo y recorrer la antigua mina de Lota Schwager de la mano de SubTerra, mirar jardines preciosos y pasear por la Casona de los Cousiño.

Era invierno, tenía nueve años, llovía mucho sobre la octava región. Mi madre esperaba por mí en el paradero. Faltaban cinco meses para cumplir los diez años y aún no sabía qué era la Revolución Francesa. Recuerdo que en el colegio leíamos textos de Baldomero Lillo. Recuerdo que en Concepción llovía mucho en invierno.

martedì, aprile 22, 2008

ascotú inconexo


La fealdad que algunas llaman, otros usan para albergarlos como admirables.
Oportunismos para pobres, gratificación básica para los plastificados.


La oportunidad de compararnos con la masa "maloliente" me recuerda a los besos místicos de aquel amigo sin sentido que un día dijo estar por siempre, hoy, remecido sobre el recuerdo y aturdido en su blasfemia, me mira recordando un pasado amable y no tan gris.


La fealdad del orgullo se olvida de la realidad, el idealismo llama a los seres a verse diferentes, el tiempo quiere que la integridad se tinte de borgoña para que se olvide de la infidelidad que ha violado su miembro masculino.


Y creo que mi gente está maldita, pútrida, mal enseñada, llena de odio, rencor y de una mierda frenética llamada venganza.

No nos queda nada, ni siquiera la verdad existe, la justicia vale poco, los anti-conservadurismos tampoco llenan nuestros consultorios con calidad y sanidad, pero si nos quitan libertad y esperan que nos llenemos de hijos sin tener trabajo.

Sólo quisiera un minuto de silencio, por aquellos que esperan más de lo que una simple negativista escribe, por mi corriente de ideas, por el torbellino de "caca" de algún programa noventero, por la sensibilidad exacerbada, por esa intranquila cabeza, por mi.

Así, mañana, la fealdad que algunas llevan será albergada como tal y no usada en contra de lo que existe como su contrario.

Lo que fuimos

Mientras escucho “Los mares vacíos” de Patricio Manns, la mitad del siglo XX comienza a retornar a Chile y a mi memoria. Comienzo a oír a Quelentaro, Violeta Parra y a un Victor Jara melancólico. Empecé a escuchar los versos de un Neruda y a una Gabriela bailando “en la colina y nada más”. Su emoción me llenó la piel y abrió los campos concentrados de libertad masacrada.

Las épocas están marcadas por tendencias, las tendencias son parte de la historia y nuestra historia, en este caso, me refiero a los conflictivos años setenta y sus posteriores veinte años, los que quisieron albergar y matar a las historias de los artistas y a nuestro pueblo.

Quise mirar a la historia, mirar hacia el Sur, mirar a los Parra y a los Quelentaro. Leer a Nicanor Parra, Violeta y a Lalo. Escuchar las rimas de las coplas de los Guzmán y darme cuenta que todo está perfectamente conectado, unido para zarandear a cualquiera que quiera notarlo.


“…Cuando mi padre me cogió de un brazo

Y volviendo los ojos a la blanca,

Libre y eterna espuma que a lo lejos

Hacia un país sin nombre navegaba,

Como quien reza una oración me dijo

Con voz que tengo en el oído intacta:

"Este es, muchacho, el mar". El mar sereno,

(…)

Eché a correr, sin orden ni concierto,

Como un desesperado hacia la playa

Y en un instante memorable estuve

Frente a ese gran señor de las batallas.

Entonces fue cuando extendí los brazos

Sobre el haz ondulante de las aguas,

Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,

En la verdad sin fin de la distancia,

Sin que en mi ser moviérase un cabello,

¡Como la sombra azul de las estatuas!

Cuánto tiempo duró nuestro saludo

No podrían decirlo las palabras…”


Se canta al Mar, Nicanor Parra, Antipoema.


No tan sólo Nicanor gritó que Chile carecía de identidad, también fue su hermana, a quien muchos recuerdan como la mujer más importante de nuestro folklore. Violeta cantó:

“…los valles con sus verdores, donde se multiplican los pobladores, cada familia tiene muchos chiquillos, con su miseria viven en conventillos. Claro que algunos viven acomodados, pero eso con la sangre del degollado, delante del escudo más arrogante, la agricultura tiene su interrogante…”.

Al Centro de la Injusticia, Violeta Parra.

No sólo gritaban los Parra, gritaban en las protestas los obreros, sobre las calles los maestros, en los estadios, cantaban desde Cuba para Chile con un Milanés y un Rodríguez que: pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada”. Ensordecedoramente, los chilenos morían cada vez que recordaban su realidad, sus exiliados, sus carencias, sus muertos y así fue como desde Canadá cantaban los Quelentaro, en tanto, desde Francia Cantaba Patricio Manns con un vuelvo, “con un pie casi en el país”.

Cómo no ha de tener conexión la literatura con nuestra música, afirmar aquello es como si desconociéramos a nuestra madre, como si no recordáramos cómo falleció Neruda, olvidar a la tierra que remeció desde su centro cuando la espiga de Gabriela dejo de bailar en la colina “sin nada más”. Porque esta época, tuvo la característica de los clásicos existencialistas, de los extremistas románticos, idealistas innatos de un mundo mejor, de un mundo depresivo y fatal, de un mundo lleno de fallas, de un mundo que los llama y los exilia.

Sin embargo, los años de la revolución inspiradora, de la apatía del gobierno, de la violencia general, fue entibiándose cuando la “[1]demos -kratoscayó sobre los noventa. Y cuando digo “entibiando”, no hablo de paz y tranquilidad, sino del estancamiento de nuestras ideas de cambio por nuestro pueblo. Durante los noventa, nuestra sociedad estaba tan dañada que casi invisibles nos llamaban nuestros vecinos, “los chilenos”. Los noventeros tibiamente recordaban a Violeta, en tanto, el presidente Aylwin intentaba reconstruir a la nación, la educación y a la cultura. Mas, fue todo un “parecer”, ya que, la clara involución educativa que Chile fue adquiriendo con el paso de los años le dio la mano a la ignorancia y, de paso, olvidó nuestras raíces.

¿Qué sería de nosotros sin aquel pedazo de cultura que nuestra historia legó?

La cultura cada día es más cara, nuestros artistas no son los de antaño y nuestro paso es lento para progresar. Pareciera que nunca podremos alcanzar a nuestros próceres maestros. Lo que recibimos no es lo mismo que lo que necesitamos. Si bien, vivimos oyendo canales de comunicación variadísimos; radios, Internet, televisión, cable, etc.; la expresión musical y literaria de nuestra gente es menor que en los tiempos de la dictadura ¿Será que el tiempo dañó tan profundo a nuestra sociedad que nuestras mayores aspiraciones no son en pos del cambio sino de no sentir los cambios? Enajenados aprendemos mejor el ocio y, “cuidado” que no hablo del ocio como espacio entregado al pensamiento y/o esparcimiento intelectual del hombre de la cultura romántica, sino que hablo del ocio como el virus que nos consume las ideas a base de necesidades de cuarta importancia, léase, teleseries, bailes exóticos por animadores, humor chabacano, prensa amarilla y, por sobre todo, el arte y la cultura a precios elevados.

En nuestro Chile actual no existe autor que sea de conocimiento total de nuestra población y que nos genere, ya sea, repudio o aplauso. En estos días, sólo tenemos a algunos investigadores, entrevistadores estrella y alguno que otro columnista interesante, que aporta contenido y/o identidad a la vida de los chilenos del siglo XXI. No obstante, aquellos no son oídos en las conversaciones de nuestra gente, no son tarareados por nuestra música popular. Es porque, si bien mi reflexión es que la literatura y la música siempre han de estar relacionados porque son factores que hacen al fenómeno “tendencia”. Hoy los chilenos no quieren ser chilenos, no existe relación tan fuerte como la de antaño. Por esto creo que sólo quedan los recuerdos de una época, remembranzas de lo que fuimos, nos hicieron y pudimos llegar a ser. Es lamentable, que nadie quiera avanzar, que han pasado ya dieciocho años desde la llegada a la democracia y no podemos construir nada para volver a ser. Situación que, afirmo, mirándome y escuchando mis ideas y temores. Porque lo que nos significa hoy es sólo nuestro pasado, porque siento que nuestro aire está infestado de miedo, lo que fuimos brilla majestosamente frente a mis ojos sin que yo pueda brillar con ella.





[1] Demos: Pueblo. Kratos: Poder

mercoledì, aprile 09, 2008

Eva

Sin querer en Santiago de Chile, caminando entre la gente, Cléber y Bernardita intentaban quererse como siempre. Como de costumbre, Cléber apretaba fuertemente la mano de su mujer, la Estación Quintal Normal abrazaba a los nuevos padres con sus colores otoñales y su brisa alegre. Sin embargo, los volantines, columpios y vendedores ambulantes les recordaban en cada timbre que eran extraños sin un rumbo. La capital de Neruda no era su hogar.

Hace algunos meses que abandonaron Lima. Bernardita ya tenía nueve meses de embarazo y Cléber aún no conseguía un trabajo estable. Vivían en un cuartito de dos por dos en República. Cléber, trabajaba en el centro como vendedor de celulares robados, por el sector de la Plaza de Armas. Bernardita, estuvo trabajando por cuatro meses, en un pub llamadoLa Piojera”. Allí, Bernardita Vega, lavó platos, baños y cocinó por siete horas seguidas por menos de un sueldo mínimo. Todo parecía ir muy lento en la tierra de la majestuosa y blanca montaña.

Era un cuatro de abril, las seis de la tarde recordaban al nerviosismo, Cléber Flores fumaba desesperado por los pasillos blancos e higiénicos del Hospital San José, el movimiento de las camillas, los minusválidos quejosos, los virulentos ancianos, no hacían más que incomodar al incaico extranjero. Flores, sudaba, su camisa apretaba sus pulmones, la cicatriz en su mano izquierda le recordaba que al extranjero no lo quieren en Chile cuando es peruano. Escuchó gritar a Bernardita.

Recordó cuanto la amaba, la noche que le dijo que fuera suya, el plato favorito de su abuelo, pensaba en las cosas que tuvo que abandonar, en tanto, entre sollozos rezaba:

Por Dios Virgencita, ayuda a mi Negra, ayúdala que no quiere oírme”

Paramédicos, enfermeras, auxiliares, el enfermo de la sala tres, la señora de la risa contagiosa y el Doctor Mena, intentaban tranquilizar a la Señora Bernardita. El Hospital San José estaba alterado. En tanto, la mujer vociferaba:

“Suéltenme… ustedes no nos quieren, no nos quisieron atender porque nos dicen cholos…”

La enfermera calmó a la mujer, Bernardita lloraba, sentía mucho dolor, la epidural ya no existe, la morfina ayuda. Santiago llama a Simón Bolivar, San Martín vuelve a cruzar la cordillera, Víctor Jara toca el “tinku”, el altiplano se abre, la sonrisa de Cléber se asoma por su rostro, Intillimani clama por Atahualpa Yupanqui en las alturas, Uruguay llama a Eva Ayllón con su tamalito, Bernardita tiene una hermosa niña, una niña que será chilena, una niña que quizás será una Eva en el futuro de nuestro pueblo.

lunedì, aprile 07, 2008

Del enamorado pasado

Para Mara, mi hermanita pequeña.


Que linda mi hermanita. La besuqueaba todo el día, ella me pegaba cabezazos por el control remoto. Tomábamos papa juntas. Tenía los cachetitos más tiernos. Hablaba todo el día de cualquier cosa. Jugábamos “Pinpolandia”, inventábamos baños de burbujas en traje de baño, nos reíamos hasta botar la comida en la mesa. La iba a ver a clases entre recreos o en horas libres. Saltábamos sobre la cama, teníamos guerra de olores, la despertaba cuando la veía durmiendo porque era muy linda para ser real. Nos escondíamos en el closet, ella en especial por mucho tiempo. Era tan linda. La defendía de los tontos molestosos y sus “cuatro ojos”, métanse con los de su tamaño. La sacaba a pasear en bicicleta cuando yo tenía 8 años. Hacíamos tortas de barro. Bañábamos a las muñecas con shampoo. Salíamos a andar en patines juntas. Jugábamos a quién grita más fuerte. Jugábamos a la escuelita. Le enseñé los colores, números, canciones y a discutir. Hicimos “Mortal Kombat” versión real, ella era la terrible “conejita de indias”, como le pusimos entre los primos. Hicimos un club llamado Epioea. Te enseñé a trepar árboles, a subir fierros sólo con las manos. Picamos pasto, flores, rompimos floreros, rayaste muchas paredes, enojamos a la mamá cuando jugábamos a Aladin por toda la casa encima de cualquier cosa que pareciera alfombra voladora. Te inventaba historias de misterio con los juguetes. Nadábamos en la cama hasta que nos retaban por que era hora de levantarse. Me burlaba por lo miedosa que eras al irte a dormir a la cuna junto a los papás. Eras como mi hija, mi hija hermana, mi hermana querida. Eras demasiado linda para ser real....Podríamos volver a jugar, saltaríamos, tomaríamos papa, te llevaría sobre algún camión Goliat a alguna parte de santiago, como en los viejos tiempos...



(texto non literario...sólo cariño para Mara, mi hermanita pequeña)

Necrofilicos S.L.

Los necrofilicos de mi país siguen donde la tierra los clama...
Los necrofílicos de mi país desentierran cadáveres por plata.
Los necrofílicos de mi país comen caviar y nos dejan desnudos.
Los necrofílicos de mi país dicen que nos aman.
Los necrofílicos de mi país esperan que nosotros nos vayamos,
que nos enterremos en la memoría, nos matemos entre los desesperados, para surtirse de lo que legamos, para abrir museos sin otorgarnos pan.

Los necrofílicos de mi país recordarán a los que viven en la miseria y un día crearon para todos, será el día que denuevo oigamos nuestros nombres, como héroes sin causa, coronados sobre cualquier muro, colgados cobrando la entrada a nuestra putrefacción.

venerdì, aprile 04, 2008

Angustia Número #20


Regular soy, conservadora en tiempos violentos.

Violenta quiero despegar, arrasar con todo esto que me ata a la vida común.

Detener a lo putrefacto y a mi insolencia.

Insolencia de querer despertar y ser de los insurrectos tiempos de la locura, locura inviable para mi.

No pretendo avanzar, no pretendo revolucionarme, sólo quiero equilibrio, un poco de guerra con un poco de tregua, y me imposibilita la atmósfera que me rodea.

Dios, Dios que no existes... deja que perezca , mátame pronto..

Dios, por favor consigue la paz pronto que sostenerme no pretendo entre tanta enfermedad...

je confesse


Mis ojos, te inquietan. Mis cejas, montañas de tierra partida, sin verdes no alcanzan a vivir, sin agua me recuerdan a tus ancestros.

Mis manos, acusadoras, son como las de aquella carne fría, carne yerta, condenada, traidora entre sus hermanos, traidora pretende entorpecerte.

Mis labios, como los de otra, huyen, están golpeados, egoístas de valentía son maldichos otra vez por si mismos.

Desde mis entrañas en la arena, desde el fondo de mi vientre, mi voz, silenciosa, nunca podrá ser parecida, aunque haya querido semejar lo que deseaste, aunque nunca pudo ser destrozada y desangrada por cobriza, fui azotada, fue mi inexistente derrotada por tu fanatismo.


Algo está perdiendo el aire, lo siento desde el invierno pasado,

Algo se está evaporando entre nosotros, me dicen las hojas de tu piel dañada.

¿Será la vida? Será que nadie entiende lo que nos sucede.

Será mi temor, el miedo a la enfermedad, el terror a la muerte, sangre, sudor y guerra. Guerra que nos ampara, que nos invita a vivir con los heridos, desde ahora hasta la hora del futuro lo que nos mantedrá unidos.

Lo sé, desde mi centro siempre exudo ébano, porque mi sangre es de mar, porque mi aliento es lastimero, no tiene sentido que te mate, porque has de vivir inclusive después de la vida entre nosotros.

Dime, tú ¿estamos perdidos?

Dime, ángel, estamos muriendo.

Dime, perverso, ¿me quieres atrapar?

Dime, asesino, me quieres revivir.

Dime, farsante ¿me quieres decir la verdad?


martedì, aprile 01, 2008

El arte como transgresión ¿un arte para agredir?

Sabemos bien que el Arte es lo contrario a lo insensible, lo que no provoca, lo que está fuera del alcance de la razón, por tanto, lo inhumano. Sin embargo, definir la corriente “transgresora” de aquel oficio es cada día más complejo. Como punto principal, porque existe una vertiginosa carrera por innovar y ser vanguardia. Asimismo, porque el Arte Transgresor siempre se encuentra evolucionando o, mejor dicho, cambiando, por tanto, distinguirlo se vuelve nebuloso.

Antes de comenzar a desarrollar este tema, definiré correctamente, lo que no tenemos tan claro ¿Qué es transgresión? Según la Real Academia de la Lengua Española, “es la acción y efecto de transgredir”. La cual, remite a preguntar ¿Qué es transgredir? Para luego dilucidar que ello significa, “quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto”.

Comprendida la palabra “trangresión”, podré adentrarme a la razón de su incorporación como concepto de “Arte Transgresor” en la historia de las Artes. Según tengo entendido, hasta finales del siglo XIX, el arte clásico, arte perfeccionista, realista, buscaba lo hermoso del hombre en forma y proporción. Era lo que todo artista deseaba plasmar y apreciar en sus obras. Asimismo, será este Arte Clásico el punto de partida para comprender a su contrario, lo que más tarde llamarán “Arte Transgresor” y lo que ahora intentaré explicar.

Todo comenzó de la mano del Impresionismo con un Degas, un Sisley, por nombrar algunos, quienes, en ese entonces, para los críticos de su tiempo, le declaraban la guerra a todo lo conocido como hermoso. Por hoy, un Monet o un Degas son, simplemente, obras de arte, de pintores dignos de apreciar, que expresan una tendencia dentro de una época determinada. Por ello, creo que hablar de arte transgresor es, complejo y arriesgado, ya que, es una expresión no tan sólo que va de la mano de aquello que logra quebrar lo conocido como arte, sino que, además, está dispuesto en un tiempo determinado, contexto que luego, otros valorizarán y/o encasillarán como otra tendencia del pasado, mientras, en el presente es incomprendido.

Al parecer, la esencia de esta forma de expresión humana es violenta para cualquiera de sus contemporáneos, así, genera sentimientos chocantes e inclusive, a veces, su obra es clasificada como burlesca, dantesca y/o brutal ¿Será suficiente esto para reconocer a una obra de Arte Transgresor cuando la observamos?

En 1999, el Museo Brooklyn, ubicado en Nueva York, presentó una muestra llamada “Sensation”, muestra de 42 artistas, compuesta por 92 obras orientadas a la sátira y la irreverencia sin prejuicios. En esta los jóvenes, quienes fueron criticados como blasfemos, locos, amorales, antiéticos, locos, etc., apuntaron al “Arte Transgresor”. Ya que, todas las piezas de esta exposición dirigieron sus propuestas a cambiar conceptos como: “no existe bueno ni malo, ni virgen ni diablo, ni Dios o ley, no existe el pecado, ni la crucifixión. Los hombres sólo son hombres”. Por ejemplo, obras como “Ubermensch", de Jake y Dino Chapman, mostraban al científico parapléjico Stephen Hawking, quien usaba su computadora portátil en las rodillas, en tanto, su silla de ruedas estaba borde de un precipicio. De la misma forma, Chris Ofili, conmocionó a la opinión pública con su virgen negra y embarazada. Cuadro en el cual enseñaba a una virgen africana descubriendo un seno, pecho que tiene forma de mama de elefante y que estaba sobre un fondo amarillento, en el cual, además, habían pequeños recortes de fotos con órganos sexuales y excremento de elefante.

¿Con esto comprendemos lo que es el Arte Transgresor?

No creo que sea tan fácil comprender si no lo sientes, si no te quiebra o si no te genera repudio o te violenta. Asimismo, creo que el Arte Transgresor no se basa en la razón sino que se sustenta en el morbo de toda crítica, atrayendo a los buitres de la sociedad, quienes repudian y encasillan lo que ellos “piensan” y que nadie se atreve a mostrar. Porque desde ellos logran significar la transgresión, por tanto, ésta necesita que exista su contra, pues mientras exista gente incapaz de verla habrá podio para darla a conocer.

Por ejemplo, ver morir a un perro por inanición en una galería en Managua es, objetivamente, terrible y nadie puede decir que su expositor, Guillermo Vargas Habacuc, es un genio, ni siquiera la crítica puede ayudar a que su “obra” sea apreciada, porque, claramente, ésta no muestra nada nuevo, asimismo, sus críticos apelan a que ésta representación de la muerte, por sobre todo, es grotesca, directa y burda.

¿Por qué esto no es arte transgresor? Porque el artista no llama a la muerte cuando él desea, no se aprieta un botón y sale la muerte, no tocas la muerte, tan sólo aquí la llamas en su máximo morbo. Sin embargo, este tipo de representaciones sí se acerca a algo que el arte genera y son esos sentimientos indescriptibles, sí, esos que atraen a mucha gente, para bien o para mal, concentrando fuerzas, detractores y analistas, quienes luchan en contra o en pos de lo visto y otros lo explican como es lo “sabido pero evitado”, como la misma muerte, como el morir por hambre ¿Si es arte, cuál es el límite? No obstante, creo que un animal amarrado, agónico, dentro de una galería nunca será arte, porque arte no es tan sólo emoción, sino que es creación, por tanto, será Arte Transgresor, tal vez, el que muestre a un hombre vendiendo excrementos bañados en oro (Marcel Duchamp, 1961), porque aquel cuenta lo desconocido, el concepto de que “cualquier cosa puede ser otra si la convención lo dice”, pero, no obstante, no será ni arte ni habrá un quiebre del “seudo artista” que muestre lo conocido, en este caso, no será arte la muerte por hambre, porque no es creada, porque sólo es llamada en su máxima crueldad y morbo.

Pero, si ya pensamos que todo está dicho, si todo está, supuestamente, hecho, si lo moral siempre será más fuerte que su tiempo, el Arte llamado Transgresor ¿Acaso debería olvidarse para dar paso a corrientes verdaderas de expresión, tendencia y vanguardia? ¿pero qué es verdadero? Tal vez, en algún lugar lejano, dar un tour por Irak, mientras niños son bombardeados con la música de la novena sinfonía de Beethoven de fondo, sea Arte Transgresor. Tal vez, deberíamos pensar que en algún tiempo será Arte Transgresor la violación de cualquier derecho en frente de otro ser humano o en frente de cualquier otro “animal”.

El arte es creación, por tanto, el Arte Transgresor violentará a su espectador, le causará asco, miedo, pero todo a base de crear sin que sus participantes, actores, pintores, cantantes, sufran sin sentido, sin sentido de arte. Por ello, quizás, lo correcto no será incorrecto en el mundo transgresor, la moral será amoral sin que sea maldita, porque será explicable por quienes lo vean sin que al mirarlo mueran o enloquezcan, porque podrán saber de qué trata. Logrando así, abrir la mente sin encasillarla en lo que la mugre del ser humano muestra a diario.


Por lo tanto, la transgresión no es la guerra del arte en contra de su agresión, no obstante, la agresión será arte en cuanto logre quebrar lo conocido, cuando de a entender lo nuevo, cuando, por ejemplo, la violencia “visual” signifique a la unión de todas las
creencias en una sola, por tanto, cuando lo malo deje de ser malo. Será Arte Transgresor, tal vez, cuando no haya maldad que lo vea, será cuando la emoción universal se apodere de todos nosotros, cuando logremos hablar del Arte Transgresor en nuestro tiempo, cuando sepamos notar el arte real, pero, mientras tanto, es más fácil remitirse al pasado para entenderlo.