giovedì, dicembre 23, 2010

Libre

Un pequeño luto por los caídos en su corazón.

Esa noche, a esas horas, la mujer del vestido azul decía adiós a los últimos sorbos de rojo ‘90.

La ventana abierta, sin brisa nocturna, una pieza sin luz, la luna entera y solitaria mirando desde el departamento 36b.

Sigilosa, Rosa, camina hacia el vinilo, sonando y girando la pieza canta every time we said goodbye. La luz de la calle desnuda a la soledad, la soledad desnuda la mente, la mente en blanco camina hacia la ventana, la ventana acurruca la mirada de la rosa.

Su maquillaje corre asustado, asustado de la gente, asustado de mirar, de pensar en la mañana siguiente, con la gente de siempre, sin energías ni alegrías, la rutina y la apatía de vivir sin sentido por seguir viviendo.

Un desfile en negro por entre su piel dormida, le dice que ya es hora, que vuele y no demore en llamar a su final. El azul de su vestido cae por sus muslos hacía el infinito, ondulante da un paso hacía el frío de las dos de la mañana. Rosa, cuenta me quiere poquito y nada, deshojada cual margarita cae por la luna llena de verano.