lunedì, dicembre 15, 2008

Contando

No me importa contar esos registros que jamás veré de frente.
Ya los he matado, los quité, dejé abandonados desde mi, por mí y para siempre.
Ya no tengo siquiera un contador de letras, de ánimos, amigos, contador de días, horas, centímetros, pasos, abrazos, bofetadas, golpes, rasguños, caricias, besos, asaltos, miedos, llantos, malhumores, pues todos los he botado lejos de la importancia.

Y todo esto porque no quiero ver tres mil, ni mil, diez o cinco numeros que indiquen las veces que cualquiera hace click para descubrir lo que no está. Nadie al entrar a cualquier parte verá algo real, forme, concreto, en mi caso, una mujer u hombre desfigurado y armado desde la imaginación de cualquiera pensará que estoy completamente desquiciada o tal vez no entenderán el sentido de mis ideas, pero indiscutiblemente me verán, sea como sea, verán lo que quieran ver de mí.

Las palabras no son más que conjeturas y, lamentablemente, nada es real aunque con sangre lo escriba quien lo escriba. Yo no puedo probar que soy una mujer si escribo como hombre, no puedo probar que soy un hombre si escribo como mujer. No puedo ser yo si nadie sabe quien soy yo, no puedo contar lo que incontable no importa, agradecer por lo que hace un mouse lejos de tu interés.

¿Quiénes serán?
dos veces entrarán mis amigos,
cuatro ingresaran los mirones,
diez los enamorados,
nueve mis hermanos,
veintinueve veces entrará la publicidad no deseada,
cuarenta ingresarán por equivocación,
cinco por obligación,
nueve por curiosos,
treinta por morbo,
unas cien veces entrarán mis enemigos,
otras cien mis más cercanos amigos,
cero veces los que admiro,
menos cinco los que ya se han ido...

Los números pueden alimentar a cualquiera que desee ser feliz con atención, mas la atención equivocada no sé si satisfaga a quien escriba por deporte o por amor a la expresión. Mas aseguro que el amor por cualquier cosa no se cuenta con las visitas, ni se enriqueserá con los amigos que te palmen la espalda mientras tratan de terminar de leerte rapido.

Quisiera un contador de ideas, un descifrador de miedos, un detector de fantasmas y un poco de tranquilidad antes de escribir un par de lineas amorfas en un blog que ni siquiera me gusta del todo.

martedì, settembre 02, 2008


Me siento, me río, sentada pienso que no quiero vivir,

Me siento y pienso que río,

Sentada imagino que lloro,

Sentada como, sentada aplaudo, sentada toco una guitarra…

Sentada suspiro, escribo, sollozo, comento,

Sentada enfrente del mundo, sentada sin hacer nada me siento.

Violines, panderetas, cuerdas y flautas gritan por mi culpa,

Sentada los escucho y los aplaudo,

Sentada no comprendo sus sonidos, sentada estoy como si nada y sobre todo conmocionada por mi misma.

Sentada enfrente de todos, sentada.

No me gusta sentir, creo que ya lo había dicho,

Quisiera lloverme por largas horas, ahogar con mi energía todo y evitar que mañana sigamos llorando.

Suspiro la vida, suspiro mi casa, suspiro al humo que no me gusta sentir, cuando camino por las calles de cualquier lugar, cigarros por doquier, cigarros que no pido, cigarrillos que me acosan sin quererlos tener. Son como un llanto, como un problema, como la vida, están ahí enfrente mío sin desearlo, como la rutina, como los períodos fríos, como el hambre, como las pesadillas, el humo me persigue en todas sus maneras sin quererlo y a cualquier hora.

Sentada llega el humo, un hombre, un caballero, una señorita preguntando la hora, un niño sonriendo, un anciano enfurecido, yo, suspirándolo todo, suspiro porque no entiendo que sucede, porque nunca entiendo nada.

domenica, agosto 03, 2008

Nueve Libros para el que lee

Releyendo las noticias, recordando a mi profesor Camilo, suspiro mientras escucho los sonidos melancólicos que por la nocturna me acompañan al meditar. Pienso en el gobierno, tengo que pensar en él, escucho los programas que desde mi “living room” resuenan por el pasillo de la casa, pienso en las políticas de protección social para familias de bajos ingresos de nuestro país y, aunque trato de comprender, pensado y pensándolo, sigo sin entenderlos.

Durante mi infancia, y desde siempre, en mi familia los libros han sido importantes, mi abuelo materno siempre ha sido un asiduo lector de filosofía y política, por otro lado, mi padre tenía la misma inclinación por la literatura dialéctica. Por tanto, en mi casa siempre hubo muchos libros, ediciones de hojas livianas, pesadas, de tapas gruesas, rojas y/o azules. Por ello, se me hace inevitable regresar a la realidad y pensar en la iniciativa que el gobierno está impulsando. Se me hace imposible creer que “estos regalos” son regalos sin posibilidad de cambio, sin boleta ni opción de elegir, más aún, sin autores por tincada o recomendación, restringidos como siempre a que los pobres lean todos lo mismo. Nueve libros, nueve en todos los hogares y sin posibilidad de reclamo.

Intento imaginarme pequeña, viviendo en otra infancia, otra realidad, tal vez, con muchos hermanos, sin padre o madre, sin comida, mirando desde mi diminuto ser hacia algún estante empolvado, observando mesitas de mimbre en las que algunos libros reposan, mientras, mi madre trata de cuidarlos de mis fieras manos de niña...

...pero no, es imposible, imposible pensar tan perfecto, entender tal ayuda y sentir felicidad por aquellas familias, aunque, aclaro, siempre son bienvenidos los regalos, mas es insuficiente un maletín con nueve libros para hacer entender a lectores sin costumbre el “por qué” de leerlos. Hacerlos pensar que ese maletín, realmente, hará la diferencia en sus vidas. Por esto, meditar aquel regalo me hiere un poco, me hiere al sentir que mi país no quiere ser más que un país controlador y no un país elegido, porque, como ya mencioné, ni siquiera los beneficiados pueden elegir a los autores, color o dificultad léxica deseada para leer los libros d ese pequeño maletín, por ello siento, más aún, que no tan sólo los pobres son pobres, sino que toda nuestra fuerza lo es, ya que nadie hace algo en contra de este “regalo hermoso” , nuestro gobierno, a nadie le interesa.

Las migajas nunca serán suficiente par todos

Sin embargo, esas migajas tienen en su “maletín” a Gabriela Mistral o a Pablo Neruda, quienes, sé, hubiesen querido que, no sólo se leyesen sus escritos como maquinas "blabla", sino, que, como ya alguna compañera de clases dijo: “que se lea enseñándoles por qué lo leen”. Pero es pedir demasiado y, tal vez, esa búsqueda del ser enseñados estaría abrazada con la LGE, claro, el maletín es un complemento educativo para todas las familias pobres de mi país. Pero, sinceramente, no lo creo y, aclaro, es un chiste lo mencionado.

Cuando hablo de pobreza, no me refiero exactamente al dinero, ni a la mugre o mierda de algún baño público, me refiero a esa carencia del espíritu, esa que los políticos de ciertos países practican. Por eso es que cuando me imagino a 1400 familias pobres de nuestro estrecho y largo país recibiendo nueve libros por hogar, no vislumbro cómo en nueve libros podríamos entregar algo de cultura y nutrir correctamente a esas familias para que surjan.

Por eso es que hoy, mientras viajaba a mi casa, pensaba que todo esto sería diferente en un comunista sin restricciones internacionales. Sé que es, quizás, para algunos ridículo decirlo, leerlo u oírlo, pero, ciertamente, pasó. Pensé en la historia de mi viaje, el micrero era un vecino que usaba un gran transporte y que los que viajaban conmigo en ese momento lo hacían porque el vecino aventaba a cualquiera que le sirviera el tramo. Luego, imaginé que mi ropa había sido un canje por ropa de otro y que mis zapatos los había sacado de una bodega enorme junto a miles de pares de otros zapatos. Luego, pensé en mi familia, en sus trabajos, en que los centros públicos eran “públicos” y que sus trabajadores eran remunerados con lo que la gente entregara por sus servicios, en este caso con carne de vaca, pollo, legumbres, tomates, huevos, etc. Y así, seguí pensando hasta que cayó el sueño, llegué a mi casa y recordé que tenía hambre, que había perdido mi pase escolar y que si el micrero no me hubiese reconocido no hubiese podido llegar a mi casa por 300 pesos. Que comunista.

Si bien sé que lo anterior para algunos no parece acercarse al tema del “Maletín Literario”, mas, para mí va sumamente unido. Es esa relación de pobreza de alma de nuestros dirigentes políticos, la carencia de valentía, la apatía y la conformidad de nuestra gente lo que todo relacionan y que convierten a esas 1400 familias de maletines literarios pro solidaridad en una burla de nuestra “cultura”.

Yo no creo en la LGE, ni en el Plan Auge, no creo en los Fondos Mutuos, no creo ya ni en el subsidio habitacional y no creo en el voto aunque sea ciudadana. Por todos esos sumados “no creo” trato de pensar como si a mí me regalasen aquel maletín y siento que si fuera así creería en aquella maleta, que no es maleta ni maletín, y que realmente mi gobierno me ama y me respeta. Mas sé que son una pila de libros recolectados para gente que “regalada” con poco se siente feliz y considerada, gente que aceptaría un cintillo o una piedra pintada, mientras sea regalado todos felices.

Es imposible que exista una crítica real a esta iniciativa, primero porque los pobres no van a criticar el caballito regalado y por otro lado, los que no son tomados dentro de esas 1400 familias de escasos recursos no están interesados en pelear por las batallas de otros. Por ejemplo, jamás un burgués, un empresario, un empleado público, léase, médico, abogado, profesor, matrona, etc., va a debatir si quiera esto, porque no está en su realidad ni tampoco lo estará algún día, por tanto, no es tema. Por ende, el gobierno siempre podrá seguir sus impulsos de “mejora” sin mejorar nada, porque a nadie de la “media chilensis” le importa si sirve o no lo que se está implementando. Como diría un chileno cualquiera, literalmente: Nueve libros para el que lee es un pico pa’l que lee.

¿Qué pasaría si nosotros, los universitarios, paráramos nuestras faenas escolares por maletines, desayunos, ollas comunes de mala repartija en pos de conseguir mejoras para con ellas?

Nada.

Porque nada de nuestras manifestaciones será barricada, tanque o armada para los que reparten las migajas de las ganancias de nuestro Chile. El sólo hecho de pensarlo me avergüenza. En nuestro país siguen las diferencias, las creencias de que siendo rubio eres bonito, pensando que debes vivir locamente y gastarlo todo para saber lo que es vivir o sino eres un nerd rechazado, que debes vivir en tal y tal parte, usar tal y tal ropa, jugar tal y tales modos para reír, tantas fruslerías, tantas que hacen algo ingente y real como una cultura basada en ello, alimentada en el egocentrismo, individualismo y la inutilidad de todo. Inutilidad del aprendizaje del pobre, de la superación del hambre y de la ignorancia, porque todo se vota, se agota con 50% de descuento o por remate, porque todos somos nada y nadie es indispensable, a nadie le importa enseñarle al pobre, ni que el pobre nos enseñe como no ser tan miserables teniendo dinero.

¿Y qué importa si he de vivir pensando en ser útil sin servir a propósitos narcisistas?

Todos somos importantes, todos absolutamente todos debemos creer que somos nuestro centro y ayudar por tanto a todos porque juntos hacemos una fuerza gigante e indestructible, esa fuerza que se sujetará en la vida del que perece mortal por sobre la nueva enseñanza de ayudar al igual, al hombre, la mujer, al humano, al animal, al insano que quiere ser individual y tanto necesita de todos para saberse importante. Por eso, me rehúso a pensar que la pobreza será erradicada sin enseñar, sin mostrar que todos somos uno y que uno no es nadie. Por esto, nuestros políticos no hacen política pues, evidentemente, sólo nos corderizan y, les daré crédito, lo hacen bastante bien.

Quisiera creer que no es malo servir a la nación, querer a nuestra patria, ayudar a los desvalidos, alimentar al hambriento, enseñar al ignorante, lavar al inmundo, aprender del grosero, enseñar a llorar al impávido, practicar la maternidad sin ser madre, ser hermana sin haber venido del mismo vientre, ser profesor todos los días sin esperar que me paguen por serlo, esperando del resto lo mismo que yo entrego, como una especie de efecto en cadena, ser un real político en cadena de favores, cual película gringa, aunque sin desear un oscar ni una estrella en el camino. Por ello creo que si se puede abrir el maletín mental de muchos, de esos que abrigan esperanzas reales y que desean convertir esos nueve libros en mil, dos y cuatro mil en un intercambio ingente de enseñanzas, intentando eliminar a ese círculo de maletas que, en la realidad, nueve, ocho, siente, seis…dos, una veces serán leídos por cada casa pobre que sea “beneficiada” en mi país.

lunedì, giugno 16, 2008

La vida me complica



La gente camina de frente intentando no ser vista.

Desapercibidos otros intentan colarse entre las atenciones de la masa, para lograr que esta no absorba a la realidad.

Por todo eso tengo miedo, el amor es una basura, todo lo que amo duele y mientras amo más complicado se vuelve.

Amo cantar, amo hacer música, pero siempre hay algo que lo detiene.

No tengo forma de grabar, tengo que ir de una pieza a otra para guardar la música, mis micrófonos son malos, no tengo un buen programa, ni tarjeta de sonido. Vivo ofuscada. Abro la boca y salen notas por doquier, nadie me escucha, sólo quieren matarme. Intento componer y nada sirve ni gusta.

Ando errática por mi vida, a veces miro las caras del resto, fisgoneo cosas, leo artículos que no me competen y veo imágenes absurdas para sentirme mejor. Porque, mientras más estúpida soy, más feliz podré sentirme.

Mas, es imposible retroceder, tu cabeza concibe nuevas cosas, el mundo se hace cada vez más tétrico, lúgubre y un tanto asfixiante. La marea de gente ya no te convence y tus libros ya no sirven como antes. La televisión miente todo el tiempo, la radio promete y no ayuda. Los comerciales me maltratan con sus hermosas cosas y yo, no tengo nada para comercializar, porque aún no me quiero vender...

¡Mierda!

Quiero ser estúpida ¡Quiero ser estúpida! anularía mi blog por pensar en colores rosados y verdes claros. Por pensar que los asesinatos son cosa del pasado, que la vida siempre será justa, que soy buena y noble, que la lealtad es de verdad...

No obstante, quiero rescatar a mi credulidad de todo esto y decir que aunque quiera ser estúpida la credulidad no es una con ella, por tanto, mis peticiones ante el deseo de ser una mujer imbécil son aún reales, dejando en claro que soy crédula pero no por esto estúpida. Así, por todo ello, quiero, de verdad, lean y me regalen la estupidez, porfavor, pues mi credulidad aún aguarda sus regalos cálidos para que esta simple mujer logre ser estúpida de una buena vez.

¡Por la misma puta!

Perdón, quise decir: Reputa, putita, putona, hueona, mamona, tarada, melómana, maníaca, nerviosa, llorante, delirosa, estupefactistica, retoscadente, nutririnocerosa, ambilatente, pusilántropa. Tarada.

Los garabatos me salvan de llorar.

Aunque llorar no es malo.


¿Y si soy débil?

Débil para dograrme,

Debil para decir sí,

Débil para prostituirme,

Débil para matar,

Débil para mentir, manipular,

Débil entre los débiles que jamás perdonan,

porque perdonar es mucho peor que ser lo que somos.


Doy pasos en la vida con el rostro al descubierto,
mas no sirve que la gente sepa dónde encontrarme si siempre dicen mentiras.

Doy pasos vestida, colores fuertes amarran mis pasos santiaguinos, en tanto,
oscura vomito entre ideas disconformes y esta repugnante vida de consciente.

Yo: No tengo dinero, propiedad, descendientes, nada y, aún así, tengo esta cabeza que me cuenta que: “si sigues pensando, morirás”

5

4

3

2

1

Moriré caminando entre la gente,

Odiaré a la gente,

Maldeciré al smog, a la bebida,

al centro, a los autos.

Moriré en mis opiniones cada vez que los demás encuentren extrañeza en ellas,

Moriré porque no tengo nada mío, porque la libertad es una tontería,

Porque estoy cansada de llevarla a cuestas sin que sirva…

Moriré porque no aguanto más,

Moriré porque decido que la estupidez nunca volverá,

Porque soy una mujer crédula, pero demasiado realista.

Estoy condenada a seguir deseando a la estupidez,

Pues creo en ella, por sobre toda la paz de la tierra, hasta el fin de todos nuestros tiempos.

Amén

martedì, giugno 10, 2008

Hace un tiempo que el corazón no existe,

Que las distancias entre la diferencia y la similitud no están...

Yo no amo, por temor, yo no quiero amar sin algo a cambio.

Yo, no amo por temor, yo no, quiero amar sin algo a cambio.

Soy un ser humano y nunca un Cristo, por eso mi alma sigue queriendo y reclama por las migas de lo que recibe, quisiera...

Quisiera apagarme unos años, despertar en otro lugar,

Quisiera apagarme, unos años despertar en otro lugar,

Desaparecer de la memoria e ingerir otra sana.

Odio lo que me ha significado entregar,

Recibo engaño, recibo mierda, recibo cargas y, aún así, sigo queriendo al maldito mundo.

Más de lo que no quiero y menos de lo que necesito.

Estoy decepcionada, herida, maltratada, con un nudo en la garganta opresor, maldito y desgraciado.

Quisiera apagar este canal, prenderlo hacia la estratosfera, dejar de creer en la magia de las cosas simples, de abrumarme por lo complejo de la vida.

No tengo razón para estar triste, feliz, tranquila o nerviosa, no hay razón para levantarse, para dormir, comer, crear, no hay razón para nadie porque de nada sirve pensar sobre lo que no se puede cambiar y sin razones no sé como querer.

He amado en sueños, he tenido amor sin mirarlo de frente, he llorado a diario, he maldicho a minutos, pero nunca me he sentido completa, a pesar de haberlo soñado, me cuesta digerirlo pues despertando no me sirve.

Tengo algunos años sobre la tierra y de nada me sirve pensar, ser mujer, querer e intentar mejorar, siempre caigo sobre el pavimento, matando a cualquiera que no vea, a veces, inclusive a mí.

Hoy, no tengo huellas, soy un ser solo sobre la tierra, un ser que usa amarras temporales que no la sujetan ni logran mantener a la gravedad de la tierra cerca de sí...

Todo se pierde, me pierdo…

No es justo que la justicia no exista,

Odio, odio mi direccionalidad,

Odio a la tierra, agua, siempre me odio sólo a mí.

¿De qué me ha servido tener este corazón maldito si maldita me hace sentir?

No quiero sentir al músculo que bombea esta asquerosidad incomprensible,

prefiero decidir Qué no decidir y quiero tomar al tiempo de mi muerte y sacarlo a corazón..

No quiero una metralla de plástico para ir a la guerra, no quiero beber a solas, no quiero compartir mis miedos con los perros, ni comer cáscaras de plátano con los ricos, mendigar en el Teatro Municipal, teñirme rubia, no quiero vomitar flores, ni reír con los cerdos, conseguirme un asiento al lado de orates y animadores de la jungla, sólo quiero apagar el canal y que una vez en mi vida alguien me rescate…

Una vez…

domenica, giugno 01, 2008

Caída libre.


Los sonidos se agolpan, la razón se asoma sobre los muertos. La caída libre de nuestras almas, encierra lo imposible de estar vivos.

Sombras, niños, hombres y muebles gimen su destino enfrente a los espejos.

Nadie espera a nadie, el tiempo nos estremece con sus mentiras. No obstante, siempre espero a otro, en tanto, siempre me espera el mismo.

La verdad no me desea, pero deseo vencerla. Mas mi manera de luchar no se asemeja a la verdadera forma que proviene de mi tierra.

La añoranza de ser libres es un absurdo, no la busco.

Por esto, mis amigos, me someto a la palabra, a la palabra simple del cariño.

Y entonces, todos vendrán y me apretarán la garganta con maldiciones inconcretas y pesadillas cardíacas constantes, cada vez que recuerden que me sometí para entregar algo mío por sostener la palabra simple que siempre recuerdo.

No lo deseo, pero lo hago.

Mi pecho exprime al aire, entra, sale una y otra vez, mi cuerpo se cansa. Estoy agotada de respirar. Tomo una botella. Abro la ventana. Prendo el televisor, lo dejo en “mute”. Enciendo una canción desnuda. Entra el frío al cuarto, entra un cuarto en mi cabeza, mi cabeza deja salir a las ideas, las ideas buscan escaparse de este cuarto.

No más sonidos, no los quiero, quiero respirar por la ventada sin más ventanas.

giovedì, maggio 22, 2008

Compañeros


A esta hora de mi vida, me siento sobre algunos pasajes, hojas manchadas de tiempo, escuálidas tapas, rojas, negras y de platinadas separaciones, sueños entre inviernos albergados en alguna cama romántica y una lejana realidad de siglo nuevo. El café se revuelve en mi boca mientras la mañana fría se abre. Lejos de Santiago, me dispongo a sincerar los secretos en la preferencia de algunos coleccionados, abandonados y/o leídos. Philip Glass resuena en mi computadora con su Mad Rush en su segundo minuto.

Sobre mi escritorio los recuerdos reclaman atención. Un Alcalá Zamora me dice que la tarea de francés aún espera ser resuelta; Ulises I, reprocha mi conducta universitaria, creyendo que con eso animaré al tiempo a hojearlo por segunda vez -creo que está un tanto celoso de mi guitarra-; Fiodor M. Dostoyeski, desde sus obras completas envidria sus ojos - rara vez lo he visto llorar, pero creo que lo hace para que lo acaricie- al final de “pobres gentes”; una Historia Universal, de Secco Ellauri, se mofa de los demás - esta madrugada algún trabajo renacentista ha sido cocinado-; mis compañeros de investigación ansiosos observan.

Hace unos meses cambié de hogar y de mi biblioteca no queda mucho. Me traje algunos libros; Donoso, García Márquez, Reyes de Matta, Sartre, Hegel, Richards, Jonathans Swift, Picasso, Schirmer/Dosel, Platón, C. Ruiz Zafón, por nombrar algunos náufragos de mi tragedia hogareña.

¿Desde dónde?

Algunos llegaron como regalos desde un tiempo maravillado, otros, por obligación han sostenido notas y reducido mi tiempo a lámparas de escritorio o mal dormir; en tanto, algunos más, han sacudido mis penas para recordarme que el sufrimiento es parte de todos y siempre será mucho mejor si es tuyo y no ajeno. Son míos

Son para mí como los zapatos, como las blusas, son como un perfume, como tu cama, pues te significan a pesar de que has leído algunos que no te han gustado, demuestran “tus inclinaciones” y orientan a los desconocidos a entablar diálogo contigo. Te acusan de tus pecados más íntimos desde sus títulos, desde sus ediciones a tu clase, desde sus novelistas a tu calaña, de su finalidad a tus retorcidos deseos, etc.

Eres Silenciosa..

Nunca hablo de lo que leo, pero, por favor, no pensar que es por avergonzarme de tal cosa, es tan sólo que siento un poco de segregación en aquel tema frente a otros. Quizás sea esa especie de pequeña altanería emanada de algunos la que repele mi capacidad de compartir títulos, altanería de las bocas de los que siempre andan con un tema literario para discutir y que siento que no es necesario hacer, sólo a veces. Mi intimidad no es para el resto, sino es para los de papel, para ellos lo que siento cada vez que los leo.

A veces siento que al igual que la música, los libros, mis libros, descubren una parte escondida de mí, esa parte tímida, desprovista de fuerza, silenciosa y tranquila, esa parte aislada, sobrecogida por el mundo, infanta, crédula que sólo comparte con ellos, que sólo se deja fluir en aquella intimidad. Lugar que reúne vacíos, asmas y recupera el aliento al partir sus miedos y entregarlos a historias ajenas para regarlos sobre alguna almohada de alguna otra parte fuera de mi país.

Libros, siempre he sentido por ellos un cariño particular, queriendo siempre que todas mis ediciones sean originales y/o cuidándolos, es algo que me es imposible evitar y sé que proviene de algún recuerdo borrado que atesoro, aunque no sé quién inculcó en mí tal cariño por su vida útil. Objetos de devoción, de encanto, magia, política, filosofía y lírica necesarios en cualquier lugar, son, como dije, el perfume francés que azota la percepción de cualquier que desee notarte.

Tree

Sin embargo, siento un poco de miedo por su futuro. No es porque entre la gente no sean populares o porque los nuevos son siempre los más caros, por temor a que dejen de consumirlos, sino, por la cantidad de gente que existe en este planeta y que irá en aumento siempre y por la disminución de las reservas forestales. La celulosa arma a estos colosos de la cultura y el verbo, y se desarman los mismos por construirnos a nosotros. A estas alturas, no sé cómo equilibrar esto con alguna idea, porque nada hará que alguno pierda su importancia, ni salvará más o menos al otro de la extinción…

Tic Tac

El tiempo ha hecho que por nuestra red virtual, ediciones de libros estén disponibles para todos (o algunos pocos), mas estoy segura que muchos siempre preferirán imprimirlos, tenerlos como objeto de medio kilo o menos sobre algún pupitre o cómoda, provocando que al final obtenerlos sea sencillo pero, de todas maneras, dando la menor importancia a cómo dejarlos con nosotros por más tiempo, una burla para su finalidad.

Son letras, comas, palabras, puntos aparte, seguidos, entre lineados, paréntesis, cursivas, mayúsculas, agudas, graves, puntos y comas, que están ahí sin ser recordados pero reconocidos por nuestra entonación subconsciente que nunca les da las gracias por la buena gramática.

Sentada a un lado de la estufa a gas, una pila de fotocopias de Hauser, Ramírez y Proust esperan, en tanto, una pila de discos y se ríen a carcajadas de las obras que aún no termino, mofándose de aquellos compañeros de soledades, inviernos, resfríos y desamores que empolvados duermen para evitar recordar su descanso forzado. Mas ellos lo tienen todo, ese devenir, el ser vueltos a hojear, ser tocados por primera vez y otra vez primera, ese perfume significativo y único que siempre recordaré y diferenciaré en cada uno y por sobre cada uno, ese recuerdo de su entrega, la memoria de lo que vivimos.

domenica, maggio 11, 2008

Die Leiden des Jungen Werthers

(…) Muchas veces se ha dicho que la vida es un sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades activas e investigadoras del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, las cuales, a su vez, sólo tienden a prolongar una existencia efímera; que toda nuestra tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa que una resignación meditabunda, y que nos entretenemos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abrigadas en los muros que nos aprisionan (…)

Las Penas del joven Werther, p 7,Johann W. Goethe.


Comenzaré por recordar lo que pienso del siglo XVIII. Fue un siglo razonable y revolucionado, conocido por todos como el siglo de las luces, fue, no sólo impulsor de cambios religiosos como el Teísta y Materialista; fue también el padre de la ciencia moderna; corrector forzado de las monarquías preexistentes; afianzador de la clase media; enemigo del pensamiento ordinario; simpatizante de la Revolución Francesa; amigo del liberalismo, de Voltaire y Rousseau; aquel período, además, representó a todo hombre que quisiera ser leído y albergó así a Goethe con su romántico libro Werther.

Sin embargo, a pesar de lo dicho debo reconocer que mis palabras anteriores fueron forzados y declarados por libros antiguos, reediciones de otros y conocimientos que nunca estarán a la par con la realidad de quienes hacen la historia o son contemporaneos. Sus asesinados y los asesinos no claman por nada más que paz, los leo y sólo sangre entre hojas huelo, sangre de escritores "fortunatos", salvados de las pestes, hambre, ajenos al pueblo, mas nunca al miedo, por eso los puedo releer. Pero, a pesar de sensibilizarme con ellos; odiar, llorar y escupir; a veces, sus tergiversaciones me imposibilitana escribir con la pasión de sus descubridores.

Es casi imposible palpar toda su razón, su cambio de paradigma, sus revoluciones sociales, matemáticas y en casi toda su oratoria. Porque todo lo que implicó en esos nueve puntos mencionados de la historia, fueron más que puntos y comas en este escrito. Pedazo de papel que nunca ha deseado tocar lo insulso y que pretende explicar la razón de haber leído a “Las penas de Werther”, aunque canse y paresca pesado el inicio de este escrito.

A comienzos del siglo XXI no tenía diez y siete, miraba de reojo los libros de mi padre, mi cabeza estaba inundada de tristezas, ansiaba la explicación del por qué era en ocasiones tan extremista y solitaria.

Fue una noche, de las tantas que cobijó mi cuarto, la que abrió el corazón de un siglo deprimente en otro tan romántico como suicida. Tenía menos de la mayoría de edad cuando, de alguna manera, necesité del él para sentirme representada. Mi joven Werther.

Los mártires adolescentes siempre han sido imán de más adolescentes sufridos, las novelas de sangre y odio siempre han clamado por ser releídas y estudiadas por los que una vez fueron jóvenes, en tanto, esos jóvenes creen que jamás van a dejar de serlo, perdiendo así la batalla de sentir para abrir paso a su enajenación total. Y heme aquí, recordando que fue en mi casa de San Miguel cuando abrí un libro alemán, de portada roja, empastado, original y que sólo me repetía al desamor, que sólo ahora admito mi dependencia a lo destructivo, dependencia a una adolescencia martir.

Werther era el amante deseado por cualquier adolescente herida, era el amigo perfecto para los cobardes enamoradizos, mi interés por un tiempo breve, analgésico para la discapacitada catarsis y la realidad necesaria de otro en un tiempo que no deseaba suyo.

Él, fue un hombre deseable, existencialista, apasionado, creativo, pintor, loco, profundo, perceptivo y de alma amante, quien podía en cualquier momento dejar todo por su coprotagonista Lotte, mujer que nunca pudo apartar sus intereses del buen futuro de los matrimonios por apellido.

Las penas del joven Werther” fue un breve pasaje al morbo, a un destino fatal que muchos desearían concretar, fragmento amigable para un adolescente llorón, emo, grunge, placebo o, tal vez, para una persona que desee sentir el drama desde otro cuerpo, como una vitrina cercana pero muerta, que revive a los olvidados, como si releyéndolos fuéramos mas que morbosos y nos sintiéramos cercanos a tocar a la literatura del siglo XVIII. Los pasajes lúgubres de la cabeza de aquel enamorado dedicaban los detalles de la locura, un amor imposible que caminaba entre las diferencias sociales de los amantes y que odiaba a un antagonista perfecto, aristócrata, viajero y negociante que en un siglo XVIII o en un XXI cualquier mujer querría de esposo, cualquier mujer que no quiera trabajar nunca más en su vida.

Nos encanta la desgracia

Werther enloqueció, leyó con Lotte algún libro final mientras sabía que no podía hacer más que podrirse mientras la sociedad no se preocupaba de lo que un hombre común y sin fortuna sintiera.

¡Qué importan dos amantes! ¿Qué importa la vida? ¡Cómprate un futuro! Cómprate una casa ¡Olvida al muerto de hambre, al pintor, al escultor! De amor nadie existe, porque de pan se sostiene la marcha.

(…) Te suplico tengas piedad de mí, porque esto es hecho; ya no podré soportar más tiempo mi situación…Su imagen me persigue: que duerma o que vele, ella sola llena toda mi alma. Cuando cierro los párpados, en el cerebro, donde se encuentre la potencia de la vista, distingo claramente sus ojos negros. Es imposible que explique esto. Me duermo, y los veo también: siempre están allí, siempre fascinadores como el abismo… Y cuando bate sus alas en el cielo de los placeres, lo mismo que cuando se sumerge en la desesperación, ¿no se ve siempre detenido y condenado de que es débil y pequeño, él, que esperaba perderse en lo infinito? (…)

Las Penas del joven Werther, p. 64, Johann W. Goethe.

Finalmente, “Die Leiden des Jungen” me recuerda lo frío del invierno, las visiones de un depresivo, el llanto de un esquizofrénico, las diferencias entre los hombres, la necesidad por necesitados y a mi reflejo bajo la literatura amarga que llorosa huye de mi adolescente pasado. Porque no es necesario borrarse bajo una línea de blancas nieves, porque los destinos griegos son buscados en nuestras novelas diarias, tal vez, sea necesario recordar los pasajes de la desgracia ajena y/o ficticia para notar por qué el imán de lo oscuro atrae tanto a la cura anhelada de los apenados mortales. Mas nunca fui morbosa, sólo necesité a Werther para reflejar lo que nunca hice.

lunedì, aprile 28, 2008

Lota Schwager, Impacto noventa y cuatro.

Vagando por algunos recuerdos, mi memoria se detiene en los noventa, el siglo XX remece mis huesos; las montañas de la Octava Región azotan a los niños con el rocío mientras esperan en la parada de autobus; mi madre me viste mientras tomo la leche entre sueños; las panaderías abren; son las 8 de la mañana y la lluvia descubre al invierno en la octava parte del país.

Vagando por algunos recuerdos, sometí a la memoria a recorrer algunos autores que marcaron mi vida, recuerdo a un Sartre, Beecher Store, Goethe, a mi querida Sor Juana Inés de la Cruz y a un García Márquez bastante imaginario, pero obligado de leer. Rememoro así tantos recuerdos, horas de existencialismo, melancolías derramadas sobre la faz de mi cuarto, hasta que el grito de Neruda se agolpa frenético sobre mí olvido. Mujer, qué pasa que nos ha olvidado ¿Acaso no le gusta su país? ¿Acaso se cree gran cosa? El Poema 20 me despierta y zarandea mis hombros como nadie, mi cabeza se ahoga en los recuerdos de una enseñanza básica enamorada y nerudista. En tanto, mis oídos evitan las habladurías de Isabel Allende con su Paula y los espíritus que intenta convencer ronden por mi casa. Sin embargo, me detengo, no quiero buscar a Nicanor, no quiero buscar a la Violeta sólo quiero tocar, nuevamente, al centro de mi ciudad natal gritando: ¡Cómo pude olvidarme de Baldomero Lillo!

1994, la ciudad de Concepción albergaba a los exiliados de la guerra en contra la injusticia, sus calles húmedas atraían a los forasteros a dormir en ellas, eran los noventa y mi Colegio Concepción quería que leyera a los escritores del ayer y del hoy, como si fueran “Merry Melodies”, como si con ello la literatura chilena lograse ocultar la crítica social que lleva consigo.

El libro SubTerra, marcó, de una u otra manera, mi manera de ver, sentir las cosas y de cómo recuerdo ciertos pasajes de mi infancia. Una vez, luego de dar la prueba del libro del nombrado Baldomero, nos pidieron la autorización de nuestros padres para salir a terreno y conocer el conocido Parque de Lota. Ese día, fue un día impresionante, tenía tan sólo nueve años, era invierno y jamás había entrado a jardines tan hermosos y cuidados como los de aquella casa en Lota. Recuerdo, claramente, que era invierno, mis zapatos de colegio apretaban mi paso con su ovejuna y gruesa confección, mis compañeros estaban nerviosos, ruidosos, lustrosos e impecables, yo sólo temblaba porque sabía que iba a entrar a los escenarios del libro SubTerra, escenarios que a ratos me hicieron llorar entre sueños.

Recorrimos el Parque Cousiño y su casona, guardé en mi memoria cada alfombra, retazo, baldosa, armadura, pinturas, cuartos y pasillos, porque miré todo con asombro y felicidad, pues, en ese entonces, por mi mente no pasaban las frases del libro SubTerra, no me parecía excesivo que algunos mineros no supieran leer, que las jornadas de trabajo fueran tan descomunales en comparación con lo que lograban extraer sus mineros, ganancias que no ayudaban en mucho a la mejoría de una realidad que desde principios del siglo XIX existía, la pobreza. Mas era una niña y, para mi, la casona y su parque eran preciosos.

Los recuerdos de un libro que bajo la tierra fue escrito enfurecieron mi cabeza. Hoy puedo recordar a conciencia las salas en donde los trabajadores fueron sentados para aprender a leer y escribir sobre pupitres blancos, fríos y sin cortinas. Imaginé; las entrañas del libro SubTerra gritando por sus quemados, por sus derrumbes, el olvido, huelgas, el hambre, el analfabetismo, los niños sin zapatos y la indolencia de sus patrones. Lástima, que hoy lo veo claro y que durante los noventa nunca pude ver ni sentir la pobreza como tal, nunca pude percatarme de aquel minero de casco encendido, espalda ingente y rostro duro, quien era igual que yo, era un hombre con miedos, casi un niño.

Pensar que era tan niña en los noventa, que sabía que la gente pobre existía pero no entendía por qué ni cómo era, no dimensionaba la miseria, a pesar de todo lo que mi padre me hablaba, lo que oía en las conversaciones de los adultos, mi realidad de infante era inmensa y yo no supe cómo salir de ella. Pasaron los años y entendí que para Lillo, la realidad de la década del veinte era casi la misma que estuvo en los ochenta y que se mantenía en nuestros noventa. Que para los mineros era despertar para trabajar y morir trabajando, porque su trabajo los definía como hombres, los definía, finalmente, como esclavos de lo que no veían.

Cuanta pobreza, cuanta injusticia sobre y bajo la tierra que Lillo me enseñó a leer, fue su “cuestión social” que incorporé en mi adolescencia gracias a otras experiencias y lecturas, pero fueron las visitas a Lota, la bajada a la mina, el SubTerra de Lillo quienes plasmaron calles polvorientas, embarradas, niños sin pan, señoras sin hierbas, boticarios sin remedios, virus y niños sin madres. Si tuviera que regresar el tiempo, lo haría sólo para poder tocar otra vez aquella experiencia, mirar con los ojos de niña a un Chile que no cambia y yo si envejezco. Mirar otra vez, 1994, subir la vista y mirar a los trabajadores, olvidar el miedo de los nueve años, saludar a los mineros, sonreírles sin temor y mirar sus caras color carbón. Pero es imposible y tuve miedo, no lo pude hacer, tal vez, porque luego de leer a Lillo los pasajes de sangre que plasmaba en sus escritos, para una niña, marcaron fuerte su cándida mirada.

Hace algunos años, mi cabeza descubrió sus torsos mineros, sus cinturones de cuero con aleaciones de mental y sus miedos. Tuve la suerte de leer a Baldomero Lillo y recorrer la antigua mina de Lota Schwager de la mano de SubTerra, mirar jardines preciosos y pasear por la Casona de los Cousiño.

Era invierno, tenía nueve años, llovía mucho sobre la octava región. Mi madre esperaba por mí en el paradero. Faltaban cinco meses para cumplir los diez años y aún no sabía qué era la Revolución Francesa. Recuerdo que en el colegio leíamos textos de Baldomero Lillo. Recuerdo que en Concepción llovía mucho en invierno.

martedì, aprile 22, 2008

ascotú inconexo


La fealdad que algunas llaman, otros usan para albergarlos como admirables.
Oportunismos para pobres, gratificación básica para los plastificados.


La oportunidad de compararnos con la masa "maloliente" me recuerda a los besos místicos de aquel amigo sin sentido que un día dijo estar por siempre, hoy, remecido sobre el recuerdo y aturdido en su blasfemia, me mira recordando un pasado amable y no tan gris.


La fealdad del orgullo se olvida de la realidad, el idealismo llama a los seres a verse diferentes, el tiempo quiere que la integridad se tinte de borgoña para que se olvide de la infidelidad que ha violado su miembro masculino.


Y creo que mi gente está maldita, pútrida, mal enseñada, llena de odio, rencor y de una mierda frenética llamada venganza.

No nos queda nada, ni siquiera la verdad existe, la justicia vale poco, los anti-conservadurismos tampoco llenan nuestros consultorios con calidad y sanidad, pero si nos quitan libertad y esperan que nos llenemos de hijos sin tener trabajo.

Sólo quisiera un minuto de silencio, por aquellos que esperan más de lo que una simple negativista escribe, por mi corriente de ideas, por el torbellino de "caca" de algún programa noventero, por la sensibilidad exacerbada, por esa intranquila cabeza, por mi.

Así, mañana, la fealdad que algunas llevan será albergada como tal y no usada en contra de lo que existe como su contrario.

Lo que fuimos

Mientras escucho “Los mares vacíos” de Patricio Manns, la mitad del siglo XX comienza a retornar a Chile y a mi memoria. Comienzo a oír a Quelentaro, Violeta Parra y a un Victor Jara melancólico. Empecé a escuchar los versos de un Neruda y a una Gabriela bailando “en la colina y nada más”. Su emoción me llenó la piel y abrió los campos concentrados de libertad masacrada.

Las épocas están marcadas por tendencias, las tendencias son parte de la historia y nuestra historia, en este caso, me refiero a los conflictivos años setenta y sus posteriores veinte años, los que quisieron albergar y matar a las historias de los artistas y a nuestro pueblo.

Quise mirar a la historia, mirar hacia el Sur, mirar a los Parra y a los Quelentaro. Leer a Nicanor Parra, Violeta y a Lalo. Escuchar las rimas de las coplas de los Guzmán y darme cuenta que todo está perfectamente conectado, unido para zarandear a cualquiera que quiera notarlo.


“…Cuando mi padre me cogió de un brazo

Y volviendo los ojos a la blanca,

Libre y eterna espuma que a lo lejos

Hacia un país sin nombre navegaba,

Como quien reza una oración me dijo

Con voz que tengo en el oído intacta:

"Este es, muchacho, el mar". El mar sereno,

(…)

Eché a correr, sin orden ni concierto,

Como un desesperado hacia la playa

Y en un instante memorable estuve

Frente a ese gran señor de las batallas.

Entonces fue cuando extendí los brazos

Sobre el haz ondulante de las aguas,

Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,

En la verdad sin fin de la distancia,

Sin que en mi ser moviérase un cabello,

¡Como la sombra azul de las estatuas!

Cuánto tiempo duró nuestro saludo

No podrían decirlo las palabras…”


Se canta al Mar, Nicanor Parra, Antipoema.


No tan sólo Nicanor gritó que Chile carecía de identidad, también fue su hermana, a quien muchos recuerdan como la mujer más importante de nuestro folklore. Violeta cantó:

“…los valles con sus verdores, donde se multiplican los pobladores, cada familia tiene muchos chiquillos, con su miseria viven en conventillos. Claro que algunos viven acomodados, pero eso con la sangre del degollado, delante del escudo más arrogante, la agricultura tiene su interrogante…”.

Al Centro de la Injusticia, Violeta Parra.

No sólo gritaban los Parra, gritaban en las protestas los obreros, sobre las calles los maestros, en los estadios, cantaban desde Cuba para Chile con un Milanés y un Rodríguez que: pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada”. Ensordecedoramente, los chilenos morían cada vez que recordaban su realidad, sus exiliados, sus carencias, sus muertos y así fue como desde Canadá cantaban los Quelentaro, en tanto, desde Francia Cantaba Patricio Manns con un vuelvo, “con un pie casi en el país”.

Cómo no ha de tener conexión la literatura con nuestra música, afirmar aquello es como si desconociéramos a nuestra madre, como si no recordáramos cómo falleció Neruda, olvidar a la tierra que remeció desde su centro cuando la espiga de Gabriela dejo de bailar en la colina “sin nada más”. Porque esta época, tuvo la característica de los clásicos existencialistas, de los extremistas románticos, idealistas innatos de un mundo mejor, de un mundo depresivo y fatal, de un mundo lleno de fallas, de un mundo que los llama y los exilia.

Sin embargo, los años de la revolución inspiradora, de la apatía del gobierno, de la violencia general, fue entibiándose cuando la “[1]demos -kratoscayó sobre los noventa. Y cuando digo “entibiando”, no hablo de paz y tranquilidad, sino del estancamiento de nuestras ideas de cambio por nuestro pueblo. Durante los noventa, nuestra sociedad estaba tan dañada que casi invisibles nos llamaban nuestros vecinos, “los chilenos”. Los noventeros tibiamente recordaban a Violeta, en tanto, el presidente Aylwin intentaba reconstruir a la nación, la educación y a la cultura. Mas, fue todo un “parecer”, ya que, la clara involución educativa que Chile fue adquiriendo con el paso de los años le dio la mano a la ignorancia y, de paso, olvidó nuestras raíces.

¿Qué sería de nosotros sin aquel pedazo de cultura que nuestra historia legó?

La cultura cada día es más cara, nuestros artistas no son los de antaño y nuestro paso es lento para progresar. Pareciera que nunca podremos alcanzar a nuestros próceres maestros. Lo que recibimos no es lo mismo que lo que necesitamos. Si bien, vivimos oyendo canales de comunicación variadísimos; radios, Internet, televisión, cable, etc.; la expresión musical y literaria de nuestra gente es menor que en los tiempos de la dictadura ¿Será que el tiempo dañó tan profundo a nuestra sociedad que nuestras mayores aspiraciones no son en pos del cambio sino de no sentir los cambios? Enajenados aprendemos mejor el ocio y, “cuidado” que no hablo del ocio como espacio entregado al pensamiento y/o esparcimiento intelectual del hombre de la cultura romántica, sino que hablo del ocio como el virus que nos consume las ideas a base de necesidades de cuarta importancia, léase, teleseries, bailes exóticos por animadores, humor chabacano, prensa amarilla y, por sobre todo, el arte y la cultura a precios elevados.

En nuestro Chile actual no existe autor que sea de conocimiento total de nuestra población y que nos genere, ya sea, repudio o aplauso. En estos días, sólo tenemos a algunos investigadores, entrevistadores estrella y alguno que otro columnista interesante, que aporta contenido y/o identidad a la vida de los chilenos del siglo XXI. No obstante, aquellos no son oídos en las conversaciones de nuestra gente, no son tarareados por nuestra música popular. Es porque, si bien mi reflexión es que la literatura y la música siempre han de estar relacionados porque son factores que hacen al fenómeno “tendencia”. Hoy los chilenos no quieren ser chilenos, no existe relación tan fuerte como la de antaño. Por esto creo que sólo quedan los recuerdos de una época, remembranzas de lo que fuimos, nos hicieron y pudimos llegar a ser. Es lamentable, que nadie quiera avanzar, que han pasado ya dieciocho años desde la llegada a la democracia y no podemos construir nada para volver a ser. Situación que, afirmo, mirándome y escuchando mis ideas y temores. Porque lo que nos significa hoy es sólo nuestro pasado, porque siento que nuestro aire está infestado de miedo, lo que fuimos brilla majestosamente frente a mis ojos sin que yo pueda brillar con ella.





[1] Demos: Pueblo. Kratos: Poder

mercoledì, aprile 09, 2008

Eva

Sin querer en Santiago de Chile, caminando entre la gente, Cléber y Bernardita intentaban quererse como siempre. Como de costumbre, Cléber apretaba fuertemente la mano de su mujer, la Estación Quintal Normal abrazaba a los nuevos padres con sus colores otoñales y su brisa alegre. Sin embargo, los volantines, columpios y vendedores ambulantes les recordaban en cada timbre que eran extraños sin un rumbo. La capital de Neruda no era su hogar.

Hace algunos meses que abandonaron Lima. Bernardita ya tenía nueve meses de embarazo y Cléber aún no conseguía un trabajo estable. Vivían en un cuartito de dos por dos en República. Cléber, trabajaba en el centro como vendedor de celulares robados, por el sector de la Plaza de Armas. Bernardita, estuvo trabajando por cuatro meses, en un pub llamadoLa Piojera”. Allí, Bernardita Vega, lavó platos, baños y cocinó por siete horas seguidas por menos de un sueldo mínimo. Todo parecía ir muy lento en la tierra de la majestuosa y blanca montaña.

Era un cuatro de abril, las seis de la tarde recordaban al nerviosismo, Cléber Flores fumaba desesperado por los pasillos blancos e higiénicos del Hospital San José, el movimiento de las camillas, los minusválidos quejosos, los virulentos ancianos, no hacían más que incomodar al incaico extranjero. Flores, sudaba, su camisa apretaba sus pulmones, la cicatriz en su mano izquierda le recordaba que al extranjero no lo quieren en Chile cuando es peruano. Escuchó gritar a Bernardita.

Recordó cuanto la amaba, la noche que le dijo que fuera suya, el plato favorito de su abuelo, pensaba en las cosas que tuvo que abandonar, en tanto, entre sollozos rezaba:

Por Dios Virgencita, ayuda a mi Negra, ayúdala que no quiere oírme”

Paramédicos, enfermeras, auxiliares, el enfermo de la sala tres, la señora de la risa contagiosa y el Doctor Mena, intentaban tranquilizar a la Señora Bernardita. El Hospital San José estaba alterado. En tanto, la mujer vociferaba:

“Suéltenme… ustedes no nos quieren, no nos quisieron atender porque nos dicen cholos…”

La enfermera calmó a la mujer, Bernardita lloraba, sentía mucho dolor, la epidural ya no existe, la morfina ayuda. Santiago llama a Simón Bolivar, San Martín vuelve a cruzar la cordillera, Víctor Jara toca el “tinku”, el altiplano se abre, la sonrisa de Cléber se asoma por su rostro, Intillimani clama por Atahualpa Yupanqui en las alturas, Uruguay llama a Eva Ayllón con su tamalito, Bernardita tiene una hermosa niña, una niña que será chilena, una niña que quizás será una Eva en el futuro de nuestro pueblo.

lunedì, aprile 07, 2008

Del enamorado pasado

Para Mara, mi hermanita pequeña.


Que linda mi hermanita. La besuqueaba todo el día, ella me pegaba cabezazos por el control remoto. Tomábamos papa juntas. Tenía los cachetitos más tiernos. Hablaba todo el día de cualquier cosa. Jugábamos “Pinpolandia”, inventábamos baños de burbujas en traje de baño, nos reíamos hasta botar la comida en la mesa. La iba a ver a clases entre recreos o en horas libres. Saltábamos sobre la cama, teníamos guerra de olores, la despertaba cuando la veía durmiendo porque era muy linda para ser real. Nos escondíamos en el closet, ella en especial por mucho tiempo. Era tan linda. La defendía de los tontos molestosos y sus “cuatro ojos”, métanse con los de su tamaño. La sacaba a pasear en bicicleta cuando yo tenía 8 años. Hacíamos tortas de barro. Bañábamos a las muñecas con shampoo. Salíamos a andar en patines juntas. Jugábamos a quién grita más fuerte. Jugábamos a la escuelita. Le enseñé los colores, números, canciones y a discutir. Hicimos “Mortal Kombat” versión real, ella era la terrible “conejita de indias”, como le pusimos entre los primos. Hicimos un club llamado Epioea. Te enseñé a trepar árboles, a subir fierros sólo con las manos. Picamos pasto, flores, rompimos floreros, rayaste muchas paredes, enojamos a la mamá cuando jugábamos a Aladin por toda la casa encima de cualquier cosa que pareciera alfombra voladora. Te inventaba historias de misterio con los juguetes. Nadábamos en la cama hasta que nos retaban por que era hora de levantarse. Me burlaba por lo miedosa que eras al irte a dormir a la cuna junto a los papás. Eras como mi hija, mi hija hermana, mi hermana querida. Eras demasiado linda para ser real....Podríamos volver a jugar, saltaríamos, tomaríamos papa, te llevaría sobre algún camión Goliat a alguna parte de santiago, como en los viejos tiempos...



(texto non literario...sólo cariño para Mara, mi hermanita pequeña)

Necrofilicos S.L.

Los necrofilicos de mi país siguen donde la tierra los clama...
Los necrofílicos de mi país desentierran cadáveres por plata.
Los necrofílicos de mi país comen caviar y nos dejan desnudos.
Los necrofílicos de mi país dicen que nos aman.
Los necrofílicos de mi país esperan que nosotros nos vayamos,
que nos enterremos en la memoría, nos matemos entre los desesperados, para surtirse de lo que legamos, para abrir museos sin otorgarnos pan.

Los necrofílicos de mi país recordarán a los que viven en la miseria y un día crearon para todos, será el día que denuevo oigamos nuestros nombres, como héroes sin causa, coronados sobre cualquier muro, colgados cobrando la entrada a nuestra putrefacción.

venerdì, aprile 04, 2008

Angustia Número #20


Regular soy, conservadora en tiempos violentos.

Violenta quiero despegar, arrasar con todo esto que me ata a la vida común.

Detener a lo putrefacto y a mi insolencia.

Insolencia de querer despertar y ser de los insurrectos tiempos de la locura, locura inviable para mi.

No pretendo avanzar, no pretendo revolucionarme, sólo quiero equilibrio, un poco de guerra con un poco de tregua, y me imposibilita la atmósfera que me rodea.

Dios, Dios que no existes... deja que perezca , mátame pronto..

Dios, por favor consigue la paz pronto que sostenerme no pretendo entre tanta enfermedad...

je confesse


Mis ojos, te inquietan. Mis cejas, montañas de tierra partida, sin verdes no alcanzan a vivir, sin agua me recuerdan a tus ancestros.

Mis manos, acusadoras, son como las de aquella carne fría, carne yerta, condenada, traidora entre sus hermanos, traidora pretende entorpecerte.

Mis labios, como los de otra, huyen, están golpeados, egoístas de valentía son maldichos otra vez por si mismos.

Desde mis entrañas en la arena, desde el fondo de mi vientre, mi voz, silenciosa, nunca podrá ser parecida, aunque haya querido semejar lo que deseaste, aunque nunca pudo ser destrozada y desangrada por cobriza, fui azotada, fue mi inexistente derrotada por tu fanatismo.


Algo está perdiendo el aire, lo siento desde el invierno pasado,

Algo se está evaporando entre nosotros, me dicen las hojas de tu piel dañada.

¿Será la vida? Será que nadie entiende lo que nos sucede.

Será mi temor, el miedo a la enfermedad, el terror a la muerte, sangre, sudor y guerra. Guerra que nos ampara, que nos invita a vivir con los heridos, desde ahora hasta la hora del futuro lo que nos mantedrá unidos.

Lo sé, desde mi centro siempre exudo ébano, porque mi sangre es de mar, porque mi aliento es lastimero, no tiene sentido que te mate, porque has de vivir inclusive después de la vida entre nosotros.

Dime, tú ¿estamos perdidos?

Dime, ángel, estamos muriendo.

Dime, perverso, ¿me quieres atrapar?

Dime, asesino, me quieres revivir.

Dime, farsante ¿me quieres decir la verdad?


martedì, aprile 01, 2008

El arte como transgresión ¿un arte para agredir?

Sabemos bien que el Arte es lo contrario a lo insensible, lo que no provoca, lo que está fuera del alcance de la razón, por tanto, lo inhumano. Sin embargo, definir la corriente “transgresora” de aquel oficio es cada día más complejo. Como punto principal, porque existe una vertiginosa carrera por innovar y ser vanguardia. Asimismo, porque el Arte Transgresor siempre se encuentra evolucionando o, mejor dicho, cambiando, por tanto, distinguirlo se vuelve nebuloso.

Antes de comenzar a desarrollar este tema, definiré correctamente, lo que no tenemos tan claro ¿Qué es transgresión? Según la Real Academia de la Lengua Española, “es la acción y efecto de transgredir”. La cual, remite a preguntar ¿Qué es transgredir? Para luego dilucidar que ello significa, “quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto”.

Comprendida la palabra “trangresión”, podré adentrarme a la razón de su incorporación como concepto de “Arte Transgresor” en la historia de las Artes. Según tengo entendido, hasta finales del siglo XIX, el arte clásico, arte perfeccionista, realista, buscaba lo hermoso del hombre en forma y proporción. Era lo que todo artista deseaba plasmar y apreciar en sus obras. Asimismo, será este Arte Clásico el punto de partida para comprender a su contrario, lo que más tarde llamarán “Arte Transgresor” y lo que ahora intentaré explicar.

Todo comenzó de la mano del Impresionismo con un Degas, un Sisley, por nombrar algunos, quienes, en ese entonces, para los críticos de su tiempo, le declaraban la guerra a todo lo conocido como hermoso. Por hoy, un Monet o un Degas son, simplemente, obras de arte, de pintores dignos de apreciar, que expresan una tendencia dentro de una época determinada. Por ello, creo que hablar de arte transgresor es, complejo y arriesgado, ya que, es una expresión no tan sólo que va de la mano de aquello que logra quebrar lo conocido como arte, sino que, además, está dispuesto en un tiempo determinado, contexto que luego, otros valorizarán y/o encasillarán como otra tendencia del pasado, mientras, en el presente es incomprendido.

Al parecer, la esencia de esta forma de expresión humana es violenta para cualquiera de sus contemporáneos, así, genera sentimientos chocantes e inclusive, a veces, su obra es clasificada como burlesca, dantesca y/o brutal ¿Será suficiente esto para reconocer a una obra de Arte Transgresor cuando la observamos?

En 1999, el Museo Brooklyn, ubicado en Nueva York, presentó una muestra llamada “Sensation”, muestra de 42 artistas, compuesta por 92 obras orientadas a la sátira y la irreverencia sin prejuicios. En esta los jóvenes, quienes fueron criticados como blasfemos, locos, amorales, antiéticos, locos, etc., apuntaron al “Arte Transgresor”. Ya que, todas las piezas de esta exposición dirigieron sus propuestas a cambiar conceptos como: “no existe bueno ni malo, ni virgen ni diablo, ni Dios o ley, no existe el pecado, ni la crucifixión. Los hombres sólo son hombres”. Por ejemplo, obras como “Ubermensch", de Jake y Dino Chapman, mostraban al científico parapléjico Stephen Hawking, quien usaba su computadora portátil en las rodillas, en tanto, su silla de ruedas estaba borde de un precipicio. De la misma forma, Chris Ofili, conmocionó a la opinión pública con su virgen negra y embarazada. Cuadro en el cual enseñaba a una virgen africana descubriendo un seno, pecho que tiene forma de mama de elefante y que estaba sobre un fondo amarillento, en el cual, además, habían pequeños recortes de fotos con órganos sexuales y excremento de elefante.

¿Con esto comprendemos lo que es el Arte Transgresor?

No creo que sea tan fácil comprender si no lo sientes, si no te quiebra o si no te genera repudio o te violenta. Asimismo, creo que el Arte Transgresor no se basa en la razón sino que se sustenta en el morbo de toda crítica, atrayendo a los buitres de la sociedad, quienes repudian y encasillan lo que ellos “piensan” y que nadie se atreve a mostrar. Porque desde ellos logran significar la transgresión, por tanto, ésta necesita que exista su contra, pues mientras exista gente incapaz de verla habrá podio para darla a conocer.

Por ejemplo, ver morir a un perro por inanición en una galería en Managua es, objetivamente, terrible y nadie puede decir que su expositor, Guillermo Vargas Habacuc, es un genio, ni siquiera la crítica puede ayudar a que su “obra” sea apreciada, porque, claramente, ésta no muestra nada nuevo, asimismo, sus críticos apelan a que ésta representación de la muerte, por sobre todo, es grotesca, directa y burda.

¿Por qué esto no es arte transgresor? Porque el artista no llama a la muerte cuando él desea, no se aprieta un botón y sale la muerte, no tocas la muerte, tan sólo aquí la llamas en su máximo morbo. Sin embargo, este tipo de representaciones sí se acerca a algo que el arte genera y son esos sentimientos indescriptibles, sí, esos que atraen a mucha gente, para bien o para mal, concentrando fuerzas, detractores y analistas, quienes luchan en contra o en pos de lo visto y otros lo explican como es lo “sabido pero evitado”, como la misma muerte, como el morir por hambre ¿Si es arte, cuál es el límite? No obstante, creo que un animal amarrado, agónico, dentro de una galería nunca será arte, porque arte no es tan sólo emoción, sino que es creación, por tanto, será Arte Transgresor, tal vez, el que muestre a un hombre vendiendo excrementos bañados en oro (Marcel Duchamp, 1961), porque aquel cuenta lo desconocido, el concepto de que “cualquier cosa puede ser otra si la convención lo dice”, pero, no obstante, no será ni arte ni habrá un quiebre del “seudo artista” que muestre lo conocido, en este caso, no será arte la muerte por hambre, porque no es creada, porque sólo es llamada en su máxima crueldad y morbo.

Pero, si ya pensamos que todo está dicho, si todo está, supuestamente, hecho, si lo moral siempre será más fuerte que su tiempo, el Arte llamado Transgresor ¿Acaso debería olvidarse para dar paso a corrientes verdaderas de expresión, tendencia y vanguardia? ¿pero qué es verdadero? Tal vez, en algún lugar lejano, dar un tour por Irak, mientras niños son bombardeados con la música de la novena sinfonía de Beethoven de fondo, sea Arte Transgresor. Tal vez, deberíamos pensar que en algún tiempo será Arte Transgresor la violación de cualquier derecho en frente de otro ser humano o en frente de cualquier otro “animal”.

El arte es creación, por tanto, el Arte Transgresor violentará a su espectador, le causará asco, miedo, pero todo a base de crear sin que sus participantes, actores, pintores, cantantes, sufran sin sentido, sin sentido de arte. Por ello, quizás, lo correcto no será incorrecto en el mundo transgresor, la moral será amoral sin que sea maldita, porque será explicable por quienes lo vean sin que al mirarlo mueran o enloquezcan, porque podrán saber de qué trata. Logrando así, abrir la mente sin encasillarla en lo que la mugre del ser humano muestra a diario.


Por lo tanto, la transgresión no es la guerra del arte en contra de su agresión, no obstante, la agresión será arte en cuanto logre quebrar lo conocido, cuando de a entender lo nuevo, cuando, por ejemplo, la violencia “visual” signifique a la unión de todas las
creencias en una sola, por tanto, cuando lo malo deje de ser malo. Será Arte Transgresor, tal vez, cuando no haya maldad que lo vea, será cuando la emoción universal se apodere de todos nosotros, cuando logremos hablar del Arte Transgresor en nuestro tiempo, cuando sepamos notar el arte real, pero, mientras tanto, es más fácil remitirse al pasado para entenderlo.