giovedì, maggio 27, 2010

Nunca



El sin sentido del recuerdo que mata a la cabeza...

Quiero caminar, con mi abrigo negro, un gorro y un paraguas, bajo la tarde blanca de Concepción, mirando edificios, con la cara pálida, llena de agua, mirando cerca de los tribunales a la gente deambular.

Mi mochila tiene una lonchera en su interior con algo de comida y jugo. Un pedazo de goma dando vuelta por mi estuche metálico hace un ruido que de funde junto al sonar de los lápices y la lluvia invernal.

Zapatos mojados, mañana tengo clases, no uso reloj, no tengo propósitos más que imaginarme los diálogos de las personas que pasan por mi lado, mojados, apurados, enamorados, solitarios, viejos y tranquilos.

Caminando aprisa, las manos congeladas sujetan mi mochila, la lluvia se acelera y mi pelo se olvida que existe bajo el gorro de la chaqueta.

Recuerdo unos cuadros del último año que estuve allá, los cuadros de la clase de óleo, recuerdo ese olor a trementina, la iluminación amarilla por ese gran ventanal triangular, los atriles, los niños, y yo entrando con mi sonrisa media china, media blanca, media chilena que tengo...

Pero el viento que asola mi ventana me devuelve bajo la lluvia, sin música, sólo lluvias y recuerdos, sonidos de la clase y del piano que tocaba junto a mi profesor con sus grandes lentes y su cabeza calva.

Siento deseos de volar y llegar en un segundo a casa, a todos esas casas que son del mismo sitio pero de un tiempo distinto sin tener que esperar a alguna micro que me lleve de regreso o sin tener que cerrar mis ojos para regresar a eso que llamo recuerdo...

Mis partituras, mis libros, los dulces que guardaba en mi closet y me los comía dos a dos cada día para que durará el mes, las clases en San Pedro, mi casa, los días en bicicleta, el no ser de ninguna clase o parte ni territorio o ideología, ser un niño tinta todo de recuerdos tan vívidos como el celo por tu madre que atiende más a tu hermana menor porque es un bebé y tu eras la grande de 9 años.

Todo sube conmigo mirando desde afuera a la lluvia que azota las calles con barro, cemento y gente.

Viajo donde mi abuela, viajo a esa casa calentita, llena de cariño, llena de sentimientos explícitos, viajo a su regazo, viajo para estar con ella y por un segundo recuerdo que ya nunca más seré una niña.

Ya no podré volver, nunca podré volver a elegir, a mirar como miraba, ni despertar pensando que era todo una película y que sería alguna vez sacada de allí...Nunca me volveré a caer de la bicicleta aprendiendo a usarla, ni correré tras mis amigos luego de hacer travesuras por los timbres de por ahí...

Llueve, y ya no soy tan pálida, me miro y ya no soy yo misma, ya no me quiero tanto, ya no quiero ser yo, quiero regresar y no puedo hacerlo... no puedo borrar lo que he aprehendido.

He de comparar mi pasado, mi presente con la lluvia del sur, con un trago de sal y agua mientras se me abre el pecho pensando que ha pasado el tiempo, que me siento tan insípida y que la pena está en casa recuerdo que no tuvo un final concreto…

Miles de compases olvidados, lecciones sin uso, palabras sin molde, canciones sin interpretar, kilómetros de diferencia entre nosotros, ahora años…