mercoledì, maggio 23, 2007

Track 00


No podía dormir, tenía demasiadas máquinas funcionando en mi cabeza: la discusión de la otra noche, los problemas de la pensión, las cuentas, libros, proyectos y, además, el maldito frío, maldito que me recordaba que aún eran las dos de la mañana y no podía dormir.

Comencé a imaginar. Recordé pasajes cálidos flotando por algunas ciudades hasta que me sentí por completo como vagabunda en el mundo onírico.

El reloj inició su pulso con segundos incómodos por todo el cuarto y la almohada de plumas empezó a enroscarse como serpiente constrictor alrededor de mi cabeza. Mis manos buscaron el calor bajo mi pecho boca abajo, mi pulso comenzaba a acelerarse, hasta que los segundos se fueron diluyendo en la oscuridad de la pieza.

Era una noche fría, tanto que mis rodillas comenzaron a empequeñecerse lentamente bajo los cobertores, mis piernas se perdían en medio de las fundas y mi cabeza, mi cabeza se iba hundiendo en dimensiones inimaginadas del tiempo espacio, ese exacto, ese gélido que me rodeó aquella noche.

Su cuerpo rozó al mío, desperté del trance acercándome más y más a una sensación intoxicante, maravillosa y única. Agitación que pensé había sido sólo en sueños, abstractas ilusiones llenas de caricias, anhelos. Mas recordé, me di cuenta que ya habían sido hechos, hechos para matar a cualquiera, a cualquiera de nosotros en cuanto dejáramos de tenernos.

Quise liberar a mi cuerpo y cabeza de todas las condiciones. Alejé el frío, rutina, la semana hasta aferrarme a su figura por enésima vez. Sus labios fueron míos, manos, espalda, recorrí su torso lentamente hasta tocar dos lunares que bajo el cuello tenía perfectos. No quise retroceder. Comprobé sus olores, su pelo, su tacto porque estábamos juntos, perfectos, simbióticos, sincréticos, nosotros y la noche, nosotros y la nada. Suspiré en su oído y apreté su ser como si fuese a morirme ahí mismo. Repetí su nombre, repetí su hermoso nombre dos, tres y cuatro veces en tanto la verdad era tan irremediable como este cruel sueño que teníamos juntos.

- Suena el teléfono-

La cama sobre el suelo, mi cabello alborotado y el celular sobre la cómoda gritaba cómo la mayor bomba mortífera que nunca vi hasta ese entonces. Y allí estaba yo, semidesnuda, patética, extraviada junto a una cama cualquiera y delirante, a una hora inexacta, sola y sin querer despierta, mirando a un velador muerto, al celular que nadie busca y absorta entre murallas que acogen los golpes de una realidad que no me pertenecía.

Caminé al baño, prendí la luz, abrí la llave y dejé corriendo el agua mientras lloraba por no lograr contenerme. Golpeé mi cuerpo contra la puerta, el cuarto comenzaba a sentirse aún más frío, mis piernas temblaban, mi frente sudaba, en tanto el vapor chocaba contra el espejo como si su fantasma quisiera estar junto a mí. Me senté, apreté mis brazos y mis piernas seguían temblando. Prendí un cigarro. Mojé mi rostro y grité su nombre unas cuantas veces. Lloré. Boté las cenizas en el lavamanos. Miré al espejo unos segundos, tratando de reconocerme, y regresé a la pieza.

Recogí el cubrecama y tapé mi cuerpo hasta la cabeza, comencé a temblar nuevamente pero con más y más fuerza. Quise no temblar, quise no temer, quise volver a empezar. Acurruqué mis manos al centro como si yo tuviese todo para calmar la soledad. Quise volver a recordar las discusiones, los problemas, el frío, los libros, el dinero, los proyectos, la noche anterior, pero nada daba resultado. Eran las cuatro y algo más de la mañana y no me resignaba a dejarlo ir.

martedì, maggio 15, 2007

Secuencias de tu vida



Como a eso de las seis de la tarde llegan al departamento de Helena. El pasillo angosto le da protagonismo a ella, quien algo nerviosa saca de su bolso las llaves, en tanto, Andrés la mira y espera sin prisa detrás para entrar a la casa.

Pasa el rato y se deciden a tomar once. Un gran silencio inunda la sala. Sobre la mesa dos cafés aguardan ansiosos para comenzar el ritual vespertino. Sin embargo, Andrés aleja sus pensamientos de la mesa, cuarto, edificio, ciudad y se pierde mientras Helena le acompaña charlando.

El café de Andrés concentra toda su atención. Él lo mira detenidamente, pareciera que nunca hubiera visto una taza hecha de esa forma y observa meticulosamente todo lo que rodea a la taza, mantel, cuchara y los giros del líquido humeante que lo van atrapando cada vez más en sí mismo. Es allí donde Andrés comienza a olvidar su nombre y su respiración comienza a acelerarse. Su pecho se angustia, no existe nadie capaz de acompañarlo en esta soledad inmensa. Siente que todo su mundo agoniza y que es sólo aquella hermosa taza quien pareciera entenderlo como nadie en este planeta.

De repente, una delicada mano entra a sus pensamientos. Lo acaricia suavemente y sin querer interrumpe su total concentración. Sus suaves modos captan la atención y Andrés regresa de aquel transe que hace unos instantes invadió a su cuerpo.

Pasaron las horas y el ambiente se colmó de emociones primaverales. Helena invitó a Andrés a su pieza, mas antes de entrar quiso impresionarlo dejando las cortinas cerradas y la luz del velador encendida. Ellos entraron al lugar y el cuarto se inundó de romanticismo y, sin querer, ambos se converteron en cómplices de lo que iba a suceder.

Ella lo miró con nerviosismo, jugó con su pelo, sonrió, deslumbró y coqueteó provocando así a que Andrés diera el primer paso. Fue allí entonces cuando él sintió la señal.

Lentamente se acercó a ella, Helena algo ansiosa brillaba mientras sentía la respiración de Andrés acercarse. Con decisión él cerró el espacio que faltaba para acercarlos aún más, llegando así al velador con delicadeza. Helena ansiosa temblaba mientras lo miraba absorta. Andrés apaga la luz.

Se hace un gran silencio, todo indica que ambos se encuentran sumidos en una especie de romántica escena. Se escuchan unos leves ruidos, luego unos pasos se van acercando al velador en donde estaba la lámpara. Andrés enciende la luz.

La figura de Helena se pierde al interior del cuarto, el silencio toca cada parte del cuerpo de la joven, los deseos de Andrés se hicieron realidad y desde su mano izquierda un cuchillo ensangrentado miraba tranquilo el macabro escenario concluso. Andrés se despide por última vez de Helena.

venerdì, maggio 11, 2007

Son Iguales

Disculpa

¿Quién eres?

¿Estudias aquí?

Nunca te había visto antes.

¿Te han dicho que eres muy bonita?

Lo digo en serio, lo eres.

¿Por qué?

Parecieras ser una mujer cálida, tierna.

Tienes ese plus del qué se yo.

¿Tienes dirección?

Yo vivo por aquí cerca.

¿Por qué dices eso?

Que yo sepa no muerdo.

¿Perdón?

No, para nada.

Tú nombre es, déjame pensarlo, no…no me digas, lo tengo en la punta de la lengua…

Obvio, siempre lo supe, tu carita me lo dijo antes.

¿Sales?


Hola.

Hace días que no te veía por estos lados.

¿Estás enojada?

Yo también.

¿Por qué tan sola?

¿Quieres comer conmigo?

¿Quieres que te lleve el bolso?

¿Quieres que te traiga algo?

¿Quieres que te ayude con eso?

Eres muy graciosa

¿Sabes?

Me encanta tu compañía.

Sé que lo digo cada vez que te veo, pero no puedo evitarlo, eres muy hermosa.

Yo no miento.

Me matan tus ojos.

Déjame felicitar a tu familia.

Me haces reír mucho.

¿Quieres?

Que sonrisa tan bella tienes.

¿Puedo verte mañana?

¿Puedo?


¿Hola?

¿Estás?

Pensé que sí.

Quería decirte que...el otro día...sé que fui un poco egoísta con lo que dije.

A veces soy impulsivo.

¿Nunca más?

¿Quieres que te traiga algo?

Esa canción es mi favorita.

Mírame, tengo el corazón abierto para ti.

Sé lo que te gusta, qué escuchas, representas.

Sabes que soy perfecto.

Siempre tan bromista.

¿Dónde vas?



¿Aló?

Soy yo.

Discúlpame.

Ayer te veías muy bonita.

Son mis nervios.

¿Por qué lo dices?

No quise molestarte.

¿Te he dicho antes que tienes unos ojos preciosos?

¿La otra noche?

También fuiste.

¿Qué pasó con qué?

Yo te creo todo cuanto me hablas

¿Qué?

¿Quieres tomar un poco de aire?

Me invitó un amigo de Andrés.

¿Fumas?

No, para nada.


Hola.

Parece que el otro día fui un poco...

Descuida.

¿Sí?

¿Ocupada?

Está bien, siempre pasa.

Espérame.

Te ayudo.

¿Si?…sí, mañana.

Te llamo más tarde.

Bueno.

Pero...yo...

...Claro.

Tengo que irme.



¿Quién eres?