martedì, aprile 22, 2008

Lo que fuimos

Mientras escucho “Los mares vacíos” de Patricio Manns, la mitad del siglo XX comienza a retornar a Chile y a mi memoria. Comienzo a oír a Quelentaro, Violeta Parra y a un Victor Jara melancólico. Empecé a escuchar los versos de un Neruda y a una Gabriela bailando “en la colina y nada más”. Su emoción me llenó la piel y abrió los campos concentrados de libertad masacrada.

Las épocas están marcadas por tendencias, las tendencias son parte de la historia y nuestra historia, en este caso, me refiero a los conflictivos años setenta y sus posteriores veinte años, los que quisieron albergar y matar a las historias de los artistas y a nuestro pueblo.

Quise mirar a la historia, mirar hacia el Sur, mirar a los Parra y a los Quelentaro. Leer a Nicanor Parra, Violeta y a Lalo. Escuchar las rimas de las coplas de los Guzmán y darme cuenta que todo está perfectamente conectado, unido para zarandear a cualquiera que quiera notarlo.


“…Cuando mi padre me cogió de un brazo

Y volviendo los ojos a la blanca,

Libre y eterna espuma que a lo lejos

Hacia un país sin nombre navegaba,

Como quien reza una oración me dijo

Con voz que tengo en el oído intacta:

"Este es, muchacho, el mar". El mar sereno,

(…)

Eché a correr, sin orden ni concierto,

Como un desesperado hacia la playa

Y en un instante memorable estuve

Frente a ese gran señor de las batallas.

Entonces fue cuando extendí los brazos

Sobre el haz ondulante de las aguas,

Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,

En la verdad sin fin de la distancia,

Sin que en mi ser moviérase un cabello,

¡Como la sombra azul de las estatuas!

Cuánto tiempo duró nuestro saludo

No podrían decirlo las palabras…”


Se canta al Mar, Nicanor Parra, Antipoema.


No tan sólo Nicanor gritó que Chile carecía de identidad, también fue su hermana, a quien muchos recuerdan como la mujer más importante de nuestro folklore. Violeta cantó:

“…los valles con sus verdores, donde se multiplican los pobladores, cada familia tiene muchos chiquillos, con su miseria viven en conventillos. Claro que algunos viven acomodados, pero eso con la sangre del degollado, delante del escudo más arrogante, la agricultura tiene su interrogante…”.

Al Centro de la Injusticia, Violeta Parra.

No sólo gritaban los Parra, gritaban en las protestas los obreros, sobre las calles los maestros, en los estadios, cantaban desde Cuba para Chile con un Milanés y un Rodríguez que: pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada”. Ensordecedoramente, los chilenos morían cada vez que recordaban su realidad, sus exiliados, sus carencias, sus muertos y así fue como desde Canadá cantaban los Quelentaro, en tanto, desde Francia Cantaba Patricio Manns con un vuelvo, “con un pie casi en el país”.

Cómo no ha de tener conexión la literatura con nuestra música, afirmar aquello es como si desconociéramos a nuestra madre, como si no recordáramos cómo falleció Neruda, olvidar a la tierra que remeció desde su centro cuando la espiga de Gabriela dejo de bailar en la colina “sin nada más”. Porque esta época, tuvo la característica de los clásicos existencialistas, de los extremistas románticos, idealistas innatos de un mundo mejor, de un mundo depresivo y fatal, de un mundo lleno de fallas, de un mundo que los llama y los exilia.

Sin embargo, los años de la revolución inspiradora, de la apatía del gobierno, de la violencia general, fue entibiándose cuando la “[1]demos -kratoscayó sobre los noventa. Y cuando digo “entibiando”, no hablo de paz y tranquilidad, sino del estancamiento de nuestras ideas de cambio por nuestro pueblo. Durante los noventa, nuestra sociedad estaba tan dañada que casi invisibles nos llamaban nuestros vecinos, “los chilenos”. Los noventeros tibiamente recordaban a Violeta, en tanto, el presidente Aylwin intentaba reconstruir a la nación, la educación y a la cultura. Mas, fue todo un “parecer”, ya que, la clara involución educativa que Chile fue adquiriendo con el paso de los años le dio la mano a la ignorancia y, de paso, olvidó nuestras raíces.

¿Qué sería de nosotros sin aquel pedazo de cultura que nuestra historia legó?

La cultura cada día es más cara, nuestros artistas no son los de antaño y nuestro paso es lento para progresar. Pareciera que nunca podremos alcanzar a nuestros próceres maestros. Lo que recibimos no es lo mismo que lo que necesitamos. Si bien, vivimos oyendo canales de comunicación variadísimos; radios, Internet, televisión, cable, etc.; la expresión musical y literaria de nuestra gente es menor que en los tiempos de la dictadura ¿Será que el tiempo dañó tan profundo a nuestra sociedad que nuestras mayores aspiraciones no son en pos del cambio sino de no sentir los cambios? Enajenados aprendemos mejor el ocio y, “cuidado” que no hablo del ocio como espacio entregado al pensamiento y/o esparcimiento intelectual del hombre de la cultura romántica, sino que hablo del ocio como el virus que nos consume las ideas a base de necesidades de cuarta importancia, léase, teleseries, bailes exóticos por animadores, humor chabacano, prensa amarilla y, por sobre todo, el arte y la cultura a precios elevados.

En nuestro Chile actual no existe autor que sea de conocimiento total de nuestra población y que nos genere, ya sea, repudio o aplauso. En estos días, sólo tenemos a algunos investigadores, entrevistadores estrella y alguno que otro columnista interesante, que aporta contenido y/o identidad a la vida de los chilenos del siglo XXI. No obstante, aquellos no son oídos en las conversaciones de nuestra gente, no son tarareados por nuestra música popular. Es porque, si bien mi reflexión es que la literatura y la música siempre han de estar relacionados porque son factores que hacen al fenómeno “tendencia”. Hoy los chilenos no quieren ser chilenos, no existe relación tan fuerte como la de antaño. Por esto creo que sólo quedan los recuerdos de una época, remembranzas de lo que fuimos, nos hicieron y pudimos llegar a ser. Es lamentable, que nadie quiera avanzar, que han pasado ya dieciocho años desde la llegada a la democracia y no podemos construir nada para volver a ser. Situación que, afirmo, mirándome y escuchando mis ideas y temores. Porque lo que nos significa hoy es sólo nuestro pasado, porque siento que nuestro aire está infestado de miedo, lo que fuimos brilla majestosamente frente a mis ojos sin que yo pueda brillar con ella.





[1] Demos: Pueblo. Kratos: Poder

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