sabato, settembre 11, 2010
Número Mil
Llevo cinco días y cuatro noches en cama, y no crean que por gusto, tal y como lo hizo Lennon en esos años de flores y hippies, ni tampoco como adhesión a alguna protesta nacional. O que estoy de visita en algún hotel paradisiaco, en donde salir de la pieza es el peor error que puedes hacer si es que justo estás bajo una tormenta, esas de verano caliente y tormentoso en el ecuador del planeta.
Llevo cinco días, mi apetito se fue, mis horas de sueño se redujeron, mi ánimo decayó, mi color se transformó en un verde, tengo los párpados adormilados, dolores de cabeza, dolores estomacales que me obligan a comer sin que tenga hambre. Perfecto.
Todos, todo mundo sabe que estar enfermo es una clara señal de que estamos vivos, que somos vulnerables y que, además, somos tan insignificantes que a nadie le importa que te estés deshidratando en tu cama, a menos que lo twittees, que lo publiques en alguna parte invitando a todo mundo al evento VIRUELAS TIME's, por favor avisen si vienen o si no 1313, porque a nadie le importa. Dejaré de lado a mis excepciones no nombradas porque el caso no da para agradecimientos ridículos.
Sinceramente, esto que escribo no tiene que ver con el lamento de la soledad del enfermo, ni tampoco tiene relación con el cansancio corporal luego de estar tantos días sintiéndote como un zombie en tu propia casa. Más bien, para acompañarme un rato en esto llamado estar encerrado.
Hoy, mientras voy en el camino de mejorarme de este postrante virus, se me ocurrió la brillante idea de comer pescado deshuesado, esos que vienen enlatados, fáciles de comer y digerir. Yo pensaba que era una excelente idea para seguir llenando mi estomago con comidas que no quiero, pero que me harán fuerte y feliz el día de mañana.
Sin embargo, comerme esa lata fue la peor opción, ya que luego de media hora, mi estomago comenzó a rechazar esta comida, me comencé a marear, y como en los peores viajes de mi infancia, comenzaros las nauseas, venía, era todo, no podía respirar. Roja como tomate, como la peor pesadilla que había olvidado detrás el asiento de mi madre, salía una ola horrenda, llena de muertos sin espinas, que se devolvían y salían llorando, gritando, sin sabor, sin aire, sin agua…
Creo que las peores experiencias de mi vida, son las que jamás he podido borrar de mi mente. No soy de las personas que olvidan lo malo y se quedan con lo bueno. Saludemos a las sondas, las intravenosas, ahogos, miedos, persecuciones…
Buenas noches…
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2 commenti:
Espero que estés mejor amiga hoy. No coma "Aquariu" coma frutas... Perdóname por no hablar español. Estoy utilizando un traductor. Su música es bella Tanya! Quédate con Dios ... =)
=) gracias claudio, no importa que no "no hables español", mientras lo intentes, bienvenido seas con respeto.
saludos
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