Todo pareciera perdido.
No hay caso para la vida, no tiene caso buscar a las personas. No existe realidad que una a la gente. Todos siempre andan entre murallas. Van separados, divididos, consternados y, a su vez, mimetizados. Y es esa mimesis la cual los fragmenta de sí mismos, los va pudriendo, llenando de insuficiencias, de carencias materiales, de necesidades terciarias que los detienen a encontrarse. Mas en su olvido aún conservan ese descaro, el descaro de reprocharle a la vida todo lo que su indolencia les ha hecho padecer. Porque las calles están llevando a la nada, la ropa, los nombres y las poses. Pues la muchedumbre observa feliz al verano que se aproxima. Todos esperan que la vida se ilumine junto a los carteles que camuflan a la ciudad. La identidad se va diluyendo entre las corrientes que un metro asfixiante te permite matar.
Todo parece perdido porque todo se une en los desprecios. Las ideologías, el capital, los gobiernos, las tendencias, las universidades, los códigos postales, las jergas y las familias, pues todos desprecian a cualquiera, cualquiera que no pretenda perderse en ellas.
¿Y si acaso quiero llorar en medio de una fiesta?
No puedes
¿Si quiero reir en una charla?
No está permitido
¿Si deseo besar a un desconocido?
No es correcto
¿Si pretendo ser otra u otro?
No lo aceptarían
¿Si soy yo misma?
No está permitido
¿Si amo sin ser amada?
No es correcto
No existen deseos de creer en algo, de levantarse, mirar, querer. Todo es absurdo, un gran absurdo tan igual como cualquier poder, codicia, comprensión o idioma. Y todo esto porque el tiempo no entiende, las mareas no hablan, las almohadas no aconsejan y porque nunca estará lo que tanto anhelas...
… Sé que mientras caminas, mientras se dibuja un rostro sobre algún espejo en el metro, vidrio o vitrina, la música contemplativamente te advierte que no hay nada, no hay por qué seguir buscando. Porque no quieres o tienes que ver a nadie, porque no te permites aceptar que lo correcto no existe y que tan sólo existe lo que quieres. Pero lo has olvidado.
Tus sentidos no responden, no logras sentir o escuchar. Quieres estar solo, tendido en tu rincón, olvidando al mundo, a todos, descascarando al odio y temiendo a tu incorrecto.
En tanto, pensaremos en ese “algún llegará”. Llegará el lugar en dónde no tengamos que salir a buscar, en dónde no debamos morir por nada ni cambiar de nombres, piel o idioma para alcanzarlo. Será ese día cuando todos abran sus mentes, cuando acepten lo que piensan, desean y no teman de ser lo que son. Cuando tranquila una mujer se siente en medio de hombres sin tener que ser un hombre más para que la miren con respeto. Será el día que un hombre no tenga que ser femenino para que parezca comprensivo. Cuando una señora deje de pintarse para que la miren en la calle. Será el día que un adulto deje de alardear lo que come o habrá de comer para sentirse suficiente consigo mismo. Llegará el día que un niño tenga que ser latino, negro o inmigrante para no tener problemas con la ley. Cuando un europeo quiera ser del tercer mundo. Llegará el día en que América no sea América sino otro lugar. Y cuando ese día llegue, cuando no sea América lograré encontrarme, porque sé que estarás allí…